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UNA ESPECIE DE ASTENIA ESTIVAL

El verano puede trastocar tu estado de ánimo, como cuando llega la primavera

El trastorno afectivo estacional no solo acecha en primavera e invierno. La llegada del verano también altera los ritmos biológicos, provocando cambios de humor, insomnio y ansiedad.

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El solsticio del pasado 21 de junio dio paso al verano y con él han llegado definitivamente las altas temperaturas. Puede que, pese a haber estrenado la temporada de piscina, no te encuentres demasiado motivado con la nueva estación. Si te sientes ansioso, duermes mal y has perdido el apetito, quizá estés sufriendo los efectos del Trastorno Afectivo Estacional (TAE).

Aunque los sentimientos de tristeza y apatía que caracterizan al cuadro suelen estar asociados a la ausencia invernal de luz o el cambio en los patrones lumínicos de la primavera, lo cierto es que muchas personas los padecen también verano. Con algunas salvedades.

Mientras que con el frío, los afectados tienden a notarse decaídos, cansados, con poca energía y a necesitar alimentos ricos en carbohidratos (con su consecuente aumento de peso), al llegar el calor los síntomas cambian. Quienes sufren el SAD estival experimentan agitación, ansiedad, pérdida de apetito e insomnio.

Durante estos cambios estacionales, las modificaciones en las horas de luz provocan un desfase entre los ritmos biológicos y el ciclo de sueño-vigilia. Esto altera a su vez la producción de melatonina (la hormona del sueño) y serotonina, el neurotransmisor que controla las emociones.  Algunos estudios señalan también a las alergias al polen y su variación estacional como otros causantes de la depresión y la irritabilidad.

Otros investigadores han demostrado en ratones que los cambios de luz afectan al cerebro medio o mesencéfalo, donde están la mayoría de las neuronas que controlan los niveles de serotonina. Los científicos, de la Universidad de Vanderbilt (en Estados Unidos), han probado además que la época del año en la que habían nacido influía en la probabilidad de que sufrieran SAD; los que venían al mundo en verano tenían mayores niveles de serotonina (eran más felices).

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