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MATEMÁTICAS Y PACTOS POSTELECTORALES

¿Por qué los políticos no pactan si un acuerdo les llevaría a la Moncloa?

¿Pueden las matemáticas ayudar a los partidos más votados en las últimas elecciones a resolver eficientemente el problema de formar gobierno? Habría que definir qué entendemos por "eficientemente", y ahí está el problema: no nos pondríamos de acuerdo. Entran en juego las preferencias personales y sobre gustos, ya saben… No obstante, algo podemos decir en medio de este embrollo.

Pactos electorales ¿quién lo logrará?

Pactos electorales ¿quién lo logrará? Ilustración de Raquel Garcia Ulldemollins

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De matemáticas y pactos electorales ya hemos hablado alguna vez en este casa: es difícil aguantar la tentación de intentar dar una solución o proponer algunas alternativas aplicando algún modelo matemático (puesto que la aritmética de los pactómetros esos que nos muestran por televisión no es más que eso, sumar y contar con los dedos).

Así, por ejemplo, tras las pasadas elecciones andaluzas, escribíamos sobre el tema usando un poco de teoría de grafos y sentido común. Y hace casi un año ya hablábamos aquí del dilema del prisionero y de su posible aplicación a pactos entre partidos. Bueno, para ser honesta, al final casi no mencioné el tema de los pactos sino que me limité a presentarlo como un problema entre un empresario y un político a los que se les acusaba de un caso de corrupción. La verdad es que era un caso muy irreal, no porque ningún empresario ni político se vean envueltos en casos de corrupción, sino porque es realmente raro que acaben detenidos...

Pero en estos días la corrupción ha pasado a un segundo plano y el tema de los pactos está mucho más candente: ¡tenemos que formar gobierno! Así que centrémonos en ello y vamos a tratar de ver qué debería hacer cada partido desde el punto de vista de la Teoría de Juegos.

En realidad el tema de los pactos es complicado: cuando hay más de un partido en liza es difícil saber las preferencias del electorado, así que tratemos de simplificar un poco las cosas y veamos cómo se puede aplicar el dilema del prisionero en este caso.

Supongamos que un partido P tiene una cierta mayoría pero que no le permite gobernar y que otras dos formaciones, llamémoslas A y B, podrían pactar con P y con cualquiera de ellos se obtendrían escaños suficientes. Naturalmente, tanto para A como para B pactar tiene ciertos beneficios (no estamos considerando a la ciudadanía, sino sólo el punto de vista de los partidos) ya que confían hacerlo razonablemente bien y ello les puede dar ciertos réditos en futuras convocatorias.

La cosa es que si uno de ellos entra y el otro no, el que se queda fuera puede obtener beneficios mucho mayores: el que pacta en solitario se vería como una especie de lacayo de P -y desde una oposición fuerte se puede volver con mayor empuje y tratar de conseguir una mayoría en las siguientes elecciones-.

Ahora bien, si ninguno de los dos pacta, P puede argumentar que por culpa del egoísmo de ambos nos vemos abocados a unas nuevas elecciones y que ninguno de los dos ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Así que ya tenemos servido el Dilema del Prisionero en versión pactos, situación que podría ser resumida en el siguiente cuadro:

 

A Pacta

A no pacta

B Pacta

5 puntos más para ambos

A sube 15 puntos, B baja 10

B no pacta

A baja 10 puntos, B sube 15

Ambos bajan 5 puntos

Así vemos que desde el punto de vista de A, haga lo que haga B es mejor no pactar. Pero la situación es simétrica desde el punto de vista de B: haga lo que haga A también es mejor no pactar. Claro que si ninguno pacta siguiendo ese primer análisis el único beneficiado real sería P.

Por lo tanto, ¿qué ha de hacer cada uno de los partidos? Hablar, tratar de confiar en los demás, pero no demasiado y, sobre todo, contratar a varios matemáticos, a muchos, que conozcan la Teoría de Juegos y que los puedan asesorar. Eso si sólo piensan en ellos mismos. O, si son de verdad políticos y piensan en el pueblo, permitir un gobierno que sea lo mejor posible para este aunque eso suponga echarse a un lado y quedarse en el banquillo.

Lamentablemente, las cosas no son tan sencillas como las planteamos en esta tabla por aquello de que tiene la política razones que la razón no entiende y, tal como está el patio alguno de nuestros protagonistas está en posición de zugzwan: haga lo que haga, va a perder.

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