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A PESAR DE LOS PROBLEMAS FÍSICOS Y ÉTICOS QUE CONLLEVA

Si pudieran trasplantar tu cerebro, ¿qué cuerpo elegirías?

En marzo de 1970 un neurocirujano de prestigio arruinaría su carrera por un experimento histórico. A pesar de ser uno de los profesionales más reconocidos del gremio lo que ocurriría en aquel quirófano de un hospital de Cleveland le señalaría para siempre como el verdadero Doctor Frankenstein y una autoridad en la industria de la vivisección más cruel.

Cerebro de Einstein

Hoy hay tecnología suficiente para mantener funcionando cerebros privilegiados en cuerpos ajenos. Wikipedia

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Robert Joseph White, de 44 años, consiguió separar la cabeza de un mono para unirla al cuerpo de otro primate por el hombro y esperar sus reacciones al despertase. El nuevo mono despertó asustado en su nuevo cuerpo y con una expresión facial de terrible dolor y ansiedad. Cuando los doctores le suministraron la comida en una de las pruebas, ésta atravesó su cabeza y cayó al suelo al no encontrar estómago donde alojarse. La agonía del mono duró unos días.

Las pruebas demostraron que el mono consiguió mantener intactos sus sentidos y funciones cerebrales de cuello para arriba. El trasplante de cabeza era posible, pero el debate ético y moralista bloquearía cualquier intento de industrialización del método. Aunque los beneficios para tetrapléjicos y terminales con fallo multiorgánico son evidentes, la mercantilización del alma y el sentido común terminarían con la carrera de uno de los pioneros del trasplante de cuerpos entre animales, junto con el infame Doctor Sergei Brukhonenko.

Hoy, 45 años más tarde, la comunidad científica ha resuelto muchos de los enigmas que planteaba aquel experimento. El trasplante de cabeza es científicamente viable... pero sólo para crear nuevos tetrapléjicos, por mucho que algún pionero con ganas de gloria defienda lo contrario.

Las millones de conexiones neuronales seccionadas de la médula espinal no hacen viable que el cerebro gobierne las capacidades motoras de un cuerpo trasplantado, pero sí que sobreviva alimentado por los órganos vitales de éste. Si hubiera una tecnología capaz de regenerar estas conexiones el trasplante sería 100% viable, pero también lo sería la cura de las miles de tetraplejías y otras disconexiones neuronales que abarrotan hospitales y centros de rehabilitación y que sí reciben millones para experimentación e investigación.

Muchos especialistas hablan de una viabilidad completa en tan solo unos pocos años, pero siempre más limitada por los obstáculos éticos y morales que por los científicos.

Aún así el debate sigue siendo igual de interesante para científicos, escritores, artistas o para los amantes de la ciencia ficción ¿Qué se trasplanta, la cabeza o el cuerpo? ¿Si trasplantamos el cerebro o 'la caja del alma' cada vez que el cuerpo se muere o envejece, alcanzaríamos la inmortalidad? ¿Tiene el cuerpo trasplantado memoria que afecte de alguna manera a la personalidad del nuevo cerebro? Si no hay duda de que la personalidad es la del cerebro trasplantado, ¿qué pasaría con la identidad y las pertenencias del antiguo cuerpo, el que reconoce todo el mundo?

Ante la pregunta planteada en el titular, la mayoría de los consultados eligen habitar un nuevo cuerpo más joven y bello y si es posible del sexo opuesto. La posibilidad de experimentar con aquello que se desea es un caramelo al que difícilmente se puede renunciar ¿Qué pasaría si trasplantamos la cabeza de un hombre al cuerpo de una mujer?

En el caso de poder solventar el problema de las infinitas conexiones medulares y de rechazo sistémico habría que solucionar otro gran problema: la memoria forjada por la experiencia, la percepción y las interacciones en el cerebro trasplantado debería adaptarse al nuevo cuerpo, a sus tics, a sus defectos, a sus proporciones. La plasticidad del cerebro en otras situaciones de amnesia total sugieren una adaptación sin grandes problemas, pero con importantes períodos de aclimatación.

Por ejemplo, si la mujer era fumadora su cuerpo estaría cargado de sustancias y mecanismos orgánicos de memoria que llevarían el vicio al nuevo cerebro. El hombre tendría unas irresistibles ganas de fumar al despertar en el quirófano aunque fuese presidente de la liga mundial antitabaco. Todo ello debido a la herencia de los contaminantes de su nuevo cuerpo.

Tras las cuestiones científicas vendrían las legales. En la novela de ciencia ficción  'I will fear no evil', de Robert Heinlein, se plantea una batalla legal por el sexo final del paciente, la herencia y su descendencia. El protagonista, un viejo rico que compra la inmortalidad con el cuerpo trasplantado de su secretaria, se siente hombre pero el juez le declara mujer y le impide casarse ¿Qué edad tendría la persona jurídica de un cerebro de 80 años con un cuerpo adolescente? Para complicarlo aún más, el nuevo personaje decide quedarse embarazado con su propio semen congelado.

Por favor, si alguien se siente capaz que defina el parentesco imposible de su descendencia.

Pero la gran duda antropológica sería si el cerebro masculino en un cuerpo de mujer se comportaría como hombre o como mujer. La respuesta es incierta pero hay certezas que ayudarían a comprender el mecanismo adaptativo. El nuevo cuerpo de mujer segregaría estrógenos a través de sus ovarios y las glándulas adrenales influyendo en su metabolismo y en muchos procesos cognitivos asociados al nuevo cerebro, que notaría también la carencia de andrógenos.

Por ejemplo, se sabe que una alta producción de estrógenos incentiva los sentimientos de poder y competencia entre la mujeres, luego el 'chute' hormonal que recibe el nuevo cerebro debería ‘avisarle’ de su nueva condición. Pero eso no es todo. El cerebro tendría que acostumbrarse a las proporciones diferentes de su nuevo cuerpo y no solo por el distinto tamaño. Al principio no podría ni andar, ni coger un simple vaso de agua. Los mecanismos de coordinación, de equilibrio, de perfección de color, y tantos otros están calibrados de manera distinta para el hombre y para la mujer. No se trata de convivir con un organismo que no sientes como tuyo desde el nacimiento (como un transexual) sino de cambiarlo por imposición de la noche a la mañana con un traductor (el cerebro) no diseñado para manejarlo.

Los estrógenos hacen mujer a la mujer, y el nuevo cuerpo tendría el hardware femenino programado para desarrollarse como tal. Pero es en la potencia del 'software' de los recuerdos heredados donde probablemente estaría la identidad sexual final. Al igual que los transexuales 'hackean' de alguna manera su hardware para desarrollar en libertad su sexualidad, el sexo del nuevo cuerpo estaría determinado por la capacidad de sus recuerdos para superar la inyección hormonal de su nuevo cuerpo.

Una vez más ganaría el poder de la personalidad a la naturaleza del cuerpo. Lo que nos diferencia del resto de especies.

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