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SUSTANCIAS USADAS COMO CATALIZADORES DEL SENTIMIENTO RELIGIOSO

La "píldora de Dios" o la estrecha relación entre religión y drogas

Peyote, maná, vino cristiano, ayahuasca... Todos han tenido una importancia clave en el desarrollo y consolidación de las distintas creencias religiosas, por lo que la frase "el opio del pueblo" es menos metafórica si se estudia la relación entre religión y drogas.

Las setas alucinógenas se han usado en rituales religiosos en varias culturas.

Las setas alucinógenas se han usado en rituales religiosos en varias culturas. CienciaXplora

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Muchas son las teorías y estudios científicos que sitúan la espiritualidad y la creencias religiosas como un instinto inherente al hombre situado en el ‘cerebro emocional’ y acotado biológicamente por lo que algunos han llamado el ‘gen de Dios’. Hay una base neurológica que explicaría los sentimientos místicos y las ‘experiencias religiosas’, una predisposición genética para la espiritualidad. Al estimular esta con sustancias enteógenas se produciría un estado modificado de la conciencia que potenciaría el éxtasis y las vivencias religiosas de cada individuo. La pregunta es: si estimular con psicotrópicos mejora la experiencia religiosa ¿podría llegar a inducirse con sustancias químicas la creencia en un ser superior?

No se puede separar la historia de muchas religiones de las drogas. Es más, la religión más antigua del mundo, el primer tipo de chamanismo, no puede disociarse del consumo de todo tipo de herbología alucinatoria para alcanzar el éxtasis espiritual y el contacto con el ser superior. El opio del pueblo no es una metáfora cuando buscas un atajo químico para mezclar fantasía y realidad. Si la primera religión conseguía esto artificialmente el resto de cultos bien han podido aprovechar esta génesis química para justificar lo inexplicable, transmitiendo de una generación a otra experiencias sobrenaturales de terceros que no dejaron de ser nunca alucinaciones sintéticamente desencadenadas.

¿Es casualidad que en el momento más intenso y espiritual de la consagración del cuerpo de Cristo el sacerdote católico tome en ayunas un chupito de alcohol o que el ambiente del templo se inunde a la vez del humo perturbador de inciensos? No es más que la evolución de rituales milenarios donde esas sustancias reservadas para fines religiosos eran mucho más potentes que ahora y buscaban amplificar el misticismo. Como el cannabis que limpia los pecados y te une al Dios Shiva de los gurús hindúes desde 1.500 años antes de Cristo. En China, donde los taoístas usan la amanita muscaria mezclada con ginseng en busca de la inmortalidad. O en Brasil donde se ha legalizado el uso de la ayahuasca -incluso en niños- para ritos religiosos para impedir que se esta sea sustituida por cocaína.

Si existe una predisposición genética a la espiritualidad (que no a la religión) hay individuos que tendrían mayor facilidad biológica para desarrollar los sentimientos religiosos y otros podrían solventar estas carencias con el aporte químico. Varios experimentos para demostrar esta teoría se han hecho con cierto éxito. El más famoso (que no el mejor) es el experimento de la Capilla Marsh o de Viernes Santo.

Walter N. Pahnke, un teólogo graduado en Harvard, diseñó en 1962 un ensayo, bajo la supervisión de Timothy Leary, para investigar si la psilocibina actuaría como un enteógeno fiable en sujetos religiosamente predispuestos.

Dividió a un conjunto de 20 estudiantes voluntarios en dos grupos para hacer un doble test ciego antes de asistir a los oficios de Viernes Santo en la famosa capilla de la Universidad de Boston. A unos les suministró una cápsula de psilocibina y al resto una de niacina, un placebo que produce hormigueos con la intención de hacer creer que se está tomando la droga. Posteriomente a la celebración les hizo un test validado y un cuestionario de sensaciones. El resultado verificó que la totalidad de los sujetos que tomaron psilocibina habían vivido una experiencia mística mucho más profunda que el grupo de control. Esta teoría fue verificada con mucho más rigor 25 años más tarde en los experimentos del investigador Rick Doblin para comprobar los resultados a largo plazo de la misma prueba.

El doctor canadiense Michael Persinger fue un poco más allá con su polémico ‘Casco de Dios’. Durante más de 25 años lleva experimentando la inducción artificial de la experiencia mística. El casco desarrollado en su laboratorio produce una estimulación eléctrica en determinadas áreas del cerebro (lóbulo temporal) provocando que los voluntarios perciban su cuerpo desde fuera, como si fueran espectadores y experimenten a la vez realidades paralelas que van desde alucinaciones simples a ‘presencias sentidas’.

El problema de estos experimentos es que son meros catalizadores de percepciones subjetivas. Todas las experiencias son distintas porque se estimulan distintos individuos y distintos sistemas sinápticos. No existe un casco, un catalizador o una pastilla que logre generar una experiencia divina universal y normalizada a no ser que ya esté ‘programada’ en el cerebro mediante experiencias o aprendizajes anteriores. Esto explicaría la similitud del éxtasis religioso en colectivos semejantes y la imposibilidad de producir un éxtasis común a todos ellos.

No es lo mismo causalidad que dependencia. La religiosidad no implica directamente predisposición al consumo de drogas, sino más bien todo lo contrario. Hay un pequeño estudio español que evaluó si el consumo de drogas (tanto lícitas como ilícitas) estaría asociado de alguna manera a las creencias religiosas. Un total de 142 universitarios (quizás un espectro demasiado bajo) respondieron a un test validado que dio resultados negativos. Si se puede extraer alguna conclusión verosímil de aquel estudio es que, de todos ellos, los consumidores de cocaína son menos creyentes que los no consumidores, pero no por creer en la divinidad es uno más propenso a la drogodependencia.

La química y las sustancias enteógenas han sido fundamentales en la génesis y expansión de la mayoría de las religiones. ¿Hubieran sobrevivido sin estas? El peyote, el maná, el vino cristiano, la ayahuasca... no son más que, en mayor o menor medida, catalizadores químicos del proselitismo necesario para perpetuar una doctrina. La 'pastilla de Dios' ya está inventada desde hace mucho, lo único es que algunas demuestran más eficacia que otras.

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