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EXPERIMENTO MÉDICO EN HUMANOS

50 años del ensayo más cruel de la ciencia: el experimento Tuskegee

Este macabro proyecto sobre la sífilis se extendió a lo largo de cuatro décadas, utilizó a hombres afroamericanos y terminó debido a una denuncia de un trabajador social.

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Este año se cumple medio siglo desde que salió a la luz uno de los experimentos más crueles de la historia. Conocido como el experimento Tuskegee, fue una idea de la principal agencia de salud pública de Estados Unidos, que concibió un "estudio de investigación" que se extendió durante 40 años. ¿Los participantes? Hombres afroamericanos en una comunidad rural en el sur de Estados Unidos, que vivían en un estado de casi esclavitud.

Todo comenzó en 1932, en plena Gran Depresión, cuando 600 hombres afroamericanos entre 25 y 60 años del condado de Macon, Alabama, se alistaron para participar en un experimento científico sobre la sífilis. El "Estudio Tuskegee de sífilis no tratada en el hombre negro" fue realizado por el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos (USPHS) e involucró análisis de sangre, radiografías, punciones lumbares y autopsias de los sujetos.

El objetivo era "observar la historia natural de la sífilis no tratada" en poblaciones negras. Pero los voluntarios no sabían esto y simplemente se les dijo que estaban recibiendo tratamiento para la mala sangre, un término coloquial que abarcaba anemia, sífilis, fatiga y otras afecciones. El pequeño detalle que no se mencionó es que los participantes no recibieron ningún tratamiento en absoluto. Incluso después de que se descubrió la penicilina como una cura segura y confiable para la sífilis, la mayoría de ellos no recibieron el tratamiento que les habría salvado la vida.

Por si esto fuera poco, los prejuicios de los responsables del estudio llegaban hasta tal punto que estaban seguros que no se podía convencer a los voluntarios, independientemente de su educación, antecedentes, situación económica o personal y por ello decidieron no darles tratamiento. Gracias a ello el USPHS podría justificar el estudio de Tuskegee, llamándolo un "estudio en la naturaleza" destinado a observar la progresión natural de la sífilis dentro de una comunidad que no "aceptaba" el tratamiento. Uno que se extendió más de 40 años.

Desde el inicio, los responsables se enfrentaron a la falta de participantes debido a los temores de que los exámenes físicos fueran en realidad con el propósito de reclutarlos para el ejército. Para disipar estos temores, los médicos también comenzaron a examinar a mujeres y niños. Se reclutaron para el estudio hombres diagnosticados con sífilis que tenían la edad apropiada, mientras que otros recibieron tratamientos adecuados para su sífilis (en ese momento, estos eran comúnmente medicamentos que contenían mercurio o arsénico).

El USPHS estableció su estudio en el condado de Macon debido a estimaciones de que el 35 % de su población estaba infectada con sífilis. Les dijeron que el tratamiento duraría sólo seis meses, pero no fue así.

Varias veces a lo largo del experimento, los investigadores trabajaron activamente para asegurarse de que los voluntarios no recibieran tratamiento para la sífilis. En 1934, proporcionaron a los médicos del condado de Macon listas de sus sujetos y les pidieron que no los trataran. En 1940 hicieron lo mismo con el Departamento de Salud de Alabama. En 1941, durante el proceso de reclutamiento para el ejército, se descubrió que muchos afroamericanos de la zona tenían sífilis. Pero en lugar de tratarlos, solo se les dijo que no eran aptos para el ejército.

Para 1943, cuando la penicilinase mostró como el tratamiento más efectivo y ampliamente disponible, a los participantes en el estudio tampoco se les ofreció tratamiento. El experimento se extendió hasta 1972 cuando un trabajador social compartió con la prensa los hallazgos.

Pese al impacto que provocó el experimento, los responsables fueron llevados a juicio y el servicio de salud aceptó pagar 10 millones de dólares a los centenares de damnificados… a sus hijos o a sus viudas. Quienes recibieron la parte más cuantiosa (poco más de 30.000 euros por décadas de violencia sanitaria) fueron los supervivientes. El último de ellos murió en 2004, siete años después que el entonces presidente Bill Clinton se disculpara públicamente por el estudio.

Todas las implicaciones de este experimento pueden leerse en un reciente análisis "Cincuenta aniversario del descubrimiento del estudio de sífilis de Tuskegee: la historia y las lecciones atemporales", liderado por Martin Tobin. De acuerdo con este experto, este período oscuro de la historia estadounidense ilustra cómo las disparidades de salud actuales tienen sus raíces en el racismo que hizo posible el estudio de Tuskegee.

Para Tobin: "Todas las regulaciones de investigación en el mundo nunca sustituirán la conciencia del investigador. Las tres lecciones centrales del Estudio Tuskegee para los investigadores (y para las personas en todos los ámbitos de la vida) pueden reducirse a la importancia de hacer una pausa y examinar la propia conciencia, tener el coraje de hablar y, sobre todo, la fuerza de voluntad. Actuar".

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