"Hola, me llamo Rubén, tengo 27 años y estoy embarazado". Es la presentación de un Rubén al que apenas le faltan unas semanas para ser padre. "Estoy casi de 36 semanas", nos cuenta. En su "transición" siempre mantuvo la intención de "preservar la fertilidad", un padre gestante al que nunca le han faltado ganas.

"Es algo que siempre he querido desde pequeño", afirma. Ahora, está viviendo, gracias a la inseminación artificial, lo que para él siempre ha sido el eje central de su vida; pero el proceso, que empezó en la sanidad pública y ha tenido que derivar a la privada, de nuevo no ha sido nada fácil.

"Parecía que me estaban haciendo un favor", confiesa, recordando que el trato que le han dado siempre ha sido "en femenino" pese a que en sus papeles y su nombre es masculino. Cree que las unidades sanitarias "no están preparadas" para casos como el suyo.

Para Rubén, la paternidad ha sido siempre tan importante que antepuso siempre el bienestar de su bebé a su propia identidad. Y es que antes de empezar con el tratamiento de testosterona, recurrió a la congelación de óvulos. "No me he operado de mastectomía porque quiero vivir la experiencia de lactar y es importante para mi bebé", añade.

Una experiencia que además, dada la importancia que dice Rubén han tenido para él los referentes, verá la luz a final de año en forma de documental. Su bebé tendrá como todo el mundo sexo legal registrado pero además, dice, será educado en la diversidad, es decir, manifestará su propia identidad cuando aprenda a hablar.