"Hace justo un año que estaba así, y aunque parezca imposible, hice lo más importante que he hecho en la vida", comienza a contar Antonio en su cuenta de Twitter. Y lejos de cualquier superficialidad, lo más importante para joven fue, ni más ni menos, que salvar una vida.

A través de un hilo de Twitter empieza a contar su experiencia como donante de médula. Lo primero, inscribirse como donante. Hay tan pocas posibilidades de encontrar a alguien que necesite exactamente tu médula ósea que, una vez inscrito, pueden pasar años hasta que te llamen (o incluso puede que esa llamada no llegue nunca).

Como la excepción confirma la regla, Antonio recibió la llamada a los diez días, alguien era compatible con él y necesitaba su médula. "Había una persona en el mundo que necesitaba mi médula para poder sobrevivir. Para poder curarse", cuenta.

El registro de donantes de médula ósea es internacional, por lo que Antonio era la persona más compatible del mundo para alguien que lo necesitaba. "Tú tienes lo único que puede hacer curarse a esa persona. Y que puedes dárselo", añade.

Pruebas médicas, análisis, papeles y todo lo necesario para estar a punto en el momento de la donación, que acaba llegando. Antonio explica además los dos procesos entre los que puedes elegir para donar médula, sacar las células del hueso de la cadera o un proceso muy similar a la donación de sangre.

Cuenta todo el proceso, que se divide en varias fases y que, aunque resulta un poco incómodo, no es en absoluto doloroso. Cuatro horas después de la última donación el donante está en perfectas condiciones. Antonio reflexiona sobre las posibilidades de que, la persona que reciba la médula, se cure. Y es que hay unas posibilidades mínimas de encontrar un donante compatible y, una vez que lo encuentras, la donación puede ser rechazada por el cuerpo del paciente."Que una persona reciba la médula de un donante no significa automáticamente que se vaya a curar", cuenta.

Aunque la donación es anónima, el donante puede llamar para informarse de si la transfusión ha ido bien o no. "Yo no me atreví a llamar. Si las noticias no eran buenas no sé cómo me habría sentado", continúa. Pero pocos meses después, decidió informarse, y se llevó la mejor noticia de su vida: el donante no había rechazado su médula, estaba bien y en proceso de curarse.

Para concienciar sobre la necesidad de donantes de médula, y basándose en las cifras, cuenta que sólo un 25% de los enfermos es compatible con un miembro de su familia, y que aún con un registro de donantes internacional es muy difícil encontrar a alguien compatible. Sumamos aquí la posibilidad de que el cuerpo del paciente rechace el trasplante. "Imaginaos cómo sería todo este proceso si todo el mundo fuera donante de médula", concluye.