Más allá de las físicas, cuando Lorena Jurado intentó matricularse en la universidad, se topó con otra barrera más. No podía estudiar de forma presencial porque no iba a poder contar con una persona de apoyo para las necesidades que requiere su enfermedad neuromuscular. "Es súper injusto, me han negado el derecho de ir a la universidad", expresa.

Pero el suyo no es un caso aislado, pues "más de la mitad de las personas con discapacidad se quedan en la educación secundaria", afirma Isabel Martínez, directora de programas de universidad y promoción del talento de la Fundación ONCE.

Además, destaca que "de las personas que logran acceder a los estudios universitario, el 49% lo hacen en universidades virtuales", como en el caso de Lorena, y eso, según las asociaciones de personas con discapacidad, viola el principio de igualdad de oportunidades.

"La vida universitaria no es solo aprobar exámenes, significa disfrutar de un proceso de socialización, de crecimiento personal, de aprendizaje, que es vital para todas las personas", señala Martínez. En la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), donde quiso matricularse esta joven, no podían ofrecerle el servicio que ella necesitaba, intentaron ayudarla en todo lo posible pero sus necesidades iban más allá de lo que el presupuesto de esa universidad puede cubrir para estos casos.

Isabel Martínez sostiene que "tampoco hay una financiación extraordinaria por parte de las comunidades autónomas a las universidades para soportar el coste que significa a veces los recursos de apoyo". Desde la Conferencia de Rectores exigen a las administraciones, autonómicas y estatales, que aporten más financiación para cubrir la atención a la discapacidad y evitar que estudiantes como Lorena sientan que no son como los demás.