Su exnovio, que esperaba un hijo con otra mujer, mandó a dos albaneses para que le rociaran la cara con ácido sulfúrico. Devorada por el dolor y la sensación de haber perdido su identidad, Lucía Annibali decidió no arrodillarse y ahora le persigue en los tribunales. Renzi, nombrado recientemente primer ministro italiano, se acordó de ella en un discurso y su activismo ha traspasado fronteras.
Lucía Annibali, el símbolo contra la violencia machista