Se preparan durante cuatro años, cinco en este caso, para ser los mejores en lo que hacen. Llega el día de competición y con él la oportunidad que tanto esperan de quedar por encima de todos sus rivales. En el momento de la verdad, dan lo mejor que tienen y consiguen su mejor actuación, con la suerte o la desgracia de no poder superar a un único rival, por el simple hecho de que han completado la misma marca. Esta es la historia de Gianmarco Tamberi y Essa Barshim.
Podrían seguir compitiendo para ser el mejor, pero deciden que no, que no hace falta coronarse como único ganador. Se abrazan y deciden compartir un oro, algo que no se daba desde 1908, y que a la postre era el objetivo de ambos atletas al llegar a Tokio.
Vuelven a reencontrarse en lo más alto del podio para recibir ese metal tan deseado. Primero lo recibe uno, y en vez de colgárselo en su propio cuello se lo cuelga a su compañero como reconocimiento a su mérito. El otro hace lo mismo. Foto, felicidad y medalla compartida. Un momento emocionante, no solo para ellos, sino también para los espectadores.
Esta es la historia de un italiano y un qatarí que demostraron y exhibieron sus habilidades físicas y un toque de valores y deportividad por encima del resto. Con una marca de 2.37, y habiendo fallado sus 3 intentos de superar la marca de 2,39, Gianmarco Tamberi y Essa Barshim se conformaron con el empate y renunciaron a seguir saltando para romper la igualada.
Curiosamente, el tercer clasificado, Maksim Nedasekau, saltó también a la misma altura, pero cometió más fallos en los saltos previos, con lo que tuvo que conformarse con la medalla de bronce y ver una de las imágenes más bonitas de estos Juegos Olímpicos protagonizada por sus dos compañeros, tanto en la competición como en el podio.