Aparcar justo en la puerta puede ser suerte; pero la magia del cine, casi siempre, lo hace posible. Porque aunque nos hayamos acostumbrado a las persecuciones imposibles en las que estamos solos por la carretera, la verdad es que este tipo de cosas no pasan en la realidad.
Es imposible, por ejemplo, dispararle a un vehículo y que explote con malo incluido. Porque la gasolina arde, pero no explota.
Las películas han mitificado las explosiones casi tanto como las armas. Los malos siempre fallan y los buenos siempre aciertan. Pero salvo un certero tiro en la cabeza, es imposible morir al instante con cualquier otro disparo.
Mucho menos utilizando un silenciador. Porque ni siquiera existen. Lo más parecido son los supresores, que sí, callan un poco el sonido, pero no lo eliminan por completo.
Y si las balas no les funcionan no les recomendamos el cloroformo, porque para dormir a alguien con unas gotitas en un pañuelo no hacen falta cinco segundos sino más de cinco minutos.
El cuerpo humano es sabio, pero no tanto como en el cine. Así que, ante la duda... no lo intenten en casa.