El artista francés se prepara para un excéntrico periplo fluvial que tiene mucho de literario y aún más de tangible. Durante dos meses y medio remontará 500 kilómetros del Ródano a bordo de una botella de cristal de seis metros de largo por dos de ancho.
"Me gusta entrar en las cosas y vivirlas desde el interior, donde se confunde la frontera entre la realidad y el sueño", explica el artista tras superar un período de aclimatación en su particular navío.
Transformado en un mensaje humano en el interior de una botella, Poincheval ha estado afincado durante diez días en la localidad de Port-Saint-Louis-du-Rône, en la Costa Azul francesa. Separado del mundo exterior por una superficie transparente de 5 milímetros de espesor, el artista se encontraba a merced de cualquiera que pasara por allí.
"La gente se acercaba a la botella, atraídos por ese objeto colocado a orillas del mar como una cápsula espacial", resume el artista, que habitualmente vive y trabaja en Marsella.
Un artesano fabricó la casa-botella en la que Poincheval se embarcará, a partir de los diseños del propio artista. El tapón sirve de respiradero y puerta de entrada a un habitáculo con víveres, una cama, bombonas de agua y captores solares para generar energía y ventilar el interior.
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