La batalla de la ciencia frente al virus se libra en tres frentes: vacunas -la gran esperanza-, fármacos -hasta ahora poco o nada efectivos- y anticuerpos monoclonales -la tercera vía-. Estos últimos son proteínas producidas artificialmente para combatir un virus específico.

Nuria Campillo, investigadora de CSIC, nos cuentan que lo que hacen es "unirse al patógeno y lo destruyen". De los más de 300 estudios clínicos que se están desarrollando contra COVID-19, más de 80 se basan en esta tecnología.

Es una terapia similar al cóctel de medicamentos que recibió Trump cuando enfermó de COVID, pero los anticuerpos monoclonales comenzaron a utilizarse con éxito en los años 90 para luchar contra otras enfermedades, como "cánceres o enfermedades autoinmunes", reconoce Campillo. "Y están dando muy buenos resultados", agrega.

Por eso, los investigadores son optimistas, aunque su eficacia podría limitarse a una fase específica de la enfermedad: "Se debe prescribir a enfermos cuando se prevé que pueden desarrollar una sintomatología grave o severa. Sin embargo, no se puede prescribir cuando el enfermo ya está hospitalizado".

Una de las ventajas es que estos clones pueden fabricarse en laboratorios de forma ilimitada. En España, el CSIC participa en el proyecto europeo MANCO, que ensaya cómo vencer al virus con estas defensas artificiales.