Nos han hecho vivir en una expectativa constante.

En la urgencia.

En la necesidad de encontrar siempre algo “mejor”.

Algo que nos aleje de la muerte, del fin, de la costumbre.

Algo que no conserve nuestra memoria.

Algo que sea una promesa de futuro.

Algo desconocido.

Una mentira.

Un cuerpo distinto, más nuevo, alguien que se oculta detrás aguardando a ser descubierto, seducido.

Las personas no son únicas sino que se convierten en una especie de masa que caduca y es efímera.

No nos molestamos en responder, en tratar bien, en prestar atención.

Porque pensamos que a la mañana siguiente el estante volverá a estar lleno.

Para poder consumirnos.

Me gusta o no me gusta.

Lo elijo y lo rechazo.

Tengo el poder.

Ese de rechazar a alguien para sentirme superior.

Para sentir que no está a mi altura.

Que puedo optar a otra cosa.

Dejamos que los otros se pongan malos y se marchiten.

Y no nos hacemos cargo de nuestra implicación con los demás.

Porque, queramos o no, nos negamos o no, los vínculos se generan.

Es imposible existir con los otros sin que nada nos afecte.

Sin ilusionarnos.

Sin sentir.

Pero nos han hecho pensar que no debemos nada a nadie.

Que la libertad pasa por hacer lo que nos da la gana.

Sin dar ningún tipo de explicación.

Pero si tú compartes con alguien.

La mínima contraprestación debería ser la honestidad.

Y el cuidado.

Honestidad para decir no quiero nada más que esto o soy esto.

Cuidado para recordar aquello bueno que se haya podido vivir.

Sea un rato o algunos años.

Nos han hecho mierda.

Porque no puede ser que creamos que no podemos exigir cuidados y honestidad.

Que si exigimos que nos traten bien, que nos devuelvan algo, poder explicar nuestros malestares o ilusiones.

Parece que estamos pidiendo matrimonio.

Y no es así.

No podemos quitar la emoción de la ecuación solo por ese miedo reverencial al compromiso que existe.

El compromiso ha de ser con el encuentro.

Con esa maravilla, esa posibilidad, que supone coincidir aquí y ahora.

Que no te murieras antes de nacer yo.

Que no nacieras en Canadá.

Que estemos.

No aprendemos a estar juntos en la vida.

Y estar es lo único que tenemos que hacer.

Para poder ser.