"¿Está usted segura de esto?".

Es lo que le preguntó en varias ocasiones el fiscal a la víctima de una agresión sexual ocurrida en Sabadell durante el juicio celebrado estos días.

Pregunta que apuntaló un interrogatorio desprovisto de cualquier tipo de sensibilidad ante el relato que narraba la víctima.

La misma ausencia de todo que hubo en aquel "no era una empleada de Hipercor que tuviera que dejarse tocar el culo" que salió de la boca de José Luis García Ancos, fiscal jefe del Tribunal Superior de Castilla y León, en el juicio por acoso sexual de Ismael Álvarez a Nevenka Fernández.

Tanto fue así que el presidente del tribunal tuvo que recordarle al fiscal que ella era una testigo, no una acusada.

La misma que hay en las palabras de la abogada defensora en el caso de Sabadell al preguntarle a la víctima que por qué "no chilló" o "llamó a un timbre".

Exigiendo a las víctimas que sean valientes para creerlas.

Dudar de ellas porque no opusieron suficiente resistencia.

Porque no "cerraron bien las piernas".

Haciendo caso omiso a lo que dictaminó el Tribunal Supremo con respecto a la sentencia de La Manada: "No se puede pedir a la víctima una actitud peligrosamente heroica".

Esto es la revictimización.

Culpar una y otra vez a las víctimas de agresiones sexuales por lo que les ha ocurrido.

Qué hacías allí, qué hacías sola, por qué te dejaste, qué hacías borracha, qué hacías de fiesta, qué hacías de noche, qué hacía con desconocidos.

Esa idea que sobrevuela todo y que tan bien explica Virginie Despentes en 'Teoría King Kong': "Como llevamos minifalda, como tenemos una el pelo verde y la otra naranja, sin duda 'follamos como perras', así que la violación que se está cometiendo no es tal cosa. Como en la mayoría de las violaciones, imagino. Imagino que, después, ninguno de esos tres tipos se identifica como violador. Pues eso que han hecho es otra cosa. Tres con un fusil contra dos chicas a las que han pegado hasta hacerles sangrar: no es una violación. La prueba. Si verdaderamente hubiéramos querido que no nos violaran, habríamos preferido morir, o habríamos conseguido matarlos [..] la palabra de la mujer que acusa al hombre de haberla violado es una palabra que ponemos inmediatamente en duda. He aquí un hecho aglutinador que conecta todas las clases sociales, todas las generaciones, todos los cuerpos y todos los caracteres. Pero, ¿cómo explicar que nunca oigamos al adversario: 'fulanito ha violado a fulanita, en tales circunstancias?'. Porque los hombres siguen haciendo lo que las mujeres han aprendido a hacer durante siglos: llamarlo de otro modo, adornarlo, darle la vuelta, sobre todo no llamarlo nunca por su nombre, no utilizar nunca la palabra para describir lo que han hecho. Se 'han pasado un poco', ella estaba 'un poco borracha', o bien era una ninfómana que hacía como si no quisiera: pero si ha ocurrido es que, en realidad, la chica consentía".

Yo estudié Derecho y jamás durante toda la carrera se nos habló de la perspectiva de género: no se nos enseñó a tener esa mirada (ni esa sensibilidad) cuando realizábamos un caso práctico.

Es urgente que exista una educación feminista en todos los ámbitos educativos.

También en aquellos lugares en los que la gente va aprender a defender o juzgar.

Sobre todo en aquellos lugares.

Porque si no, lo que estaremos perpetuando es un sistema judicial que no quiere entender la realidad.

Que no quiere atender algo que no es un hecho aislado sino una estructura.

Que contribuye a que las víctimas tengan miedo a denunciar por lo que se les viene encima.

Que no es otra cosa que exponerse a ser tratadas como responsables de lo que les ha sucedido.

Ojalá junto en las universidades junto a los tipos delictivos se leyera a Despentes.

Para que nos obligaran a mirar hacia ese lugar del mundo.

Al que jamás hemos querido mirar.