Te dicen que no esperes nada de nadie, que no tengas expectativas, que no te hagas ilusiones. Te lo dicen como si eso fuera algo posible, como si los seres humanos pudiéramos hacer cosas sin esperar nada, pudiéramos amar sin desear que nos amen, como si todos nuestros comportamientos tuvieran que ser completamente altruistas, destinados a una especie de labor social que no puede estar afectada por ninguna pretensión.

Todas las personas pretendemos algo, seamos más o menos conscientes de ello, todas hacemos lo que hacemos para afectar a los demás o para que nos afecten. Decimos "Te quiero", y en ese decir hay siempre un anhelo de que sea devuelto, de que se diga "Yo también", porque muchas veces se dice algo para que el otro diga lo mismo, para sentir una especie de reconocimiento, de confort, de lugar común, un alivio que tiene que ver con que todo aquello que sientes, que es mucho, que es inabarcable, que se queda corto en la palabra, tiene un sentido. No se puede dar sin recibir, porque el recibir es lo que da sentido al dar. Así, si la persona amada se queda en silencio frente a la declaración de amor, si no hay una respuesta, surge el miedo, la incertidumbre, surge el enfado o el malestar por no recibir 'lo mismo'.

Por eso, es importante plantarnos frente a esos relatos que nos hacen creer que estamos bien sin esperar nada, y que exageramos si pedimos, por lo menos, lo mismo que damos. Tenemos que hacerlo porque estos relatos lo que quieren es que nos demos 'gratis' y que en ese dar haya gente que se aproveche. Porque si alguien está dando porque sí y otra persona no está dando nada en absoluto lo que sucede es que hay una persona que utiliza a otra, porque no pone su dinero, o no pone su tiempo, o no pone sus afectos en juego, lo único que existe es una relación de abuso en la que alguien comparte y otro alguien no lo hace.

Esperar todo de los demás debería ser nuestro mínimo irrenunciable. Debería serlo porque en eso consiste vivir. En dar un salto, arriesgarte, en mojarte, enfrentarte al 'no', aprender a desear, al 'sí', vivir supone hacer que el otro aparezca y, además de eso, hacer que ese otro se implique, que traiga de regreso tu entrega, que te haga sentir que no vas solo en un barco, que no tiras tú siempre del carro, que te demuestre que si tu un día decides dejar de dar y de dar y de dar para que no te abandonen, no te van a abandonar, que ahí va a haber algo si tú paras, sí tú descansas, si tú no dices una mañana "Te quiero", si te olvidas de responder un mensaje, si te quedas en silencio. Tenemos que poder pedirle al otro que si nos quedamos en silencio, haya un interés por ese silencio, haya una pregunta aunque no tengamos la respuesta, haya algo, un cuerpo que nos recuerde que no hemos dado en vano.