La gente se pregunta en qué hemos fallado al quedar España este año en el puesto 17 en Eurovisión. Esta pregunta intenta buscar una explicación, una razón, a algo que no lo tiene, pero que en un mundo insertado completamente en la cultura del esfuerzo y en la promesa de un resultado, de un beneficio, de una ganancia, se vuelve una necesidad que ha de ser respondida. ¿Por qué? Claro, es que lo que sucede es que a veces te esfuerzas y te mueres, a veces tienes talento y pasas hambre, a veces lo haces lo mejor que puedes o sabes o te dejan y pierdes.

Parece que en el mundo en el que vivimos, este que habitamos y que construimos entre todas las personas, aquello que entendemos colectivamente como fracaso no es una posibilidad, ni una opción. No lo es, además, si aseguramos un futuro, si con nuestros actos intentamos apuntalar una certeza que en realidad no existe. La verdad es que todo es incertidumbre menos la muerte y que las cosas, a menudo, no salen de la manera que planificamos. Eso, en ningún caso, puede ser considerado un fracaso. Y si lo es, hay algo de belleza en lo estrepitoso, algo que nos recuerda que da igual lo que analices o planees, que no importa lo que intentes asegurar algo que ese algo se puede escapar, se puede ir, se puede terminar.

Es curioso cómo celebramos a los vencedores y cómo nos avergüenzan tímidamente los perdedores. Hay cierto desdén, cierta separación por si “nos mancha”, un alejarse, un “yo tenía razón” y también a la inversa, cuando algo sale ganador, juntarse, hacerse partícipe, hacer ver que se ha tenido algo que ver en ese logro, El orgullo patrio, sea lo que sea eso, no debería provenir de algo que se pueda cuantificar, enarbolar, vender o comprar, sino del compromiso. Porque no podemos ganar siempre pero podemos comprometernos con lo que hacemos. No podemos predecir que una relación amorosa saldrá bien, sea lo que sea eso, pero sí podemos comprometernos mientras dure.

La verdad es que ser el primero está bastante sobrevalorado, es bastante aburrido y además te obliga a mantener un imposible: seguir siéndolo. Es mucho más interesante y mucho más humano el mundo de los perdedores, de todos los fracasados, de los maricones los últimos, de los que demuestran con su finitud y su vulnerabilidad que estamos atravesados por circunstancias estructurales, que no todas las personas tienen las mismas oportunidades, que los puntos de partida de algunas son las metas de otras y de mujeres como Blanca Paloma que demuestra que siempre hay que hacer las cosas de la manera que las sentías.

El resto, como diría Faulkner, es el ruido y la furia.