Seguro que has visto la foto mil veces: un marinero agarra a una chica desconocida y le planta un beso en plena celebración por la victoria de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. Se ha considerado siempre como un retrato de la alegría espontánea, una escena divertida. Pero es porque solemos mirar el arte con ojos de hombre. Porque encontrarte con un tío cualquiera por la calle que te coge y te planta un beso a la fuerza… de divertido no tiene nada.

Y, ¿qué pasa si empezamos a mirar el arte con ojos feministas? Pues que obras que hasta ahora considerábamos eróticas, como las de Egon Schiele, empiezan a parecernos más bien retratos del sometimiento femenino.

La forma de retratar a la mujer cambia dramáticamente dependiendo del género de quien las pinta. Los cuadros sobre Santa Catalina son un ejemplo. A pesar de que la historia cuenta que fue decapitada por osar ganar en una batalla dialéctica a varios ancianos sabios, los hombres la suelen representar como alguien débil. Es una pintora, Artemisia Gentileschi, de las pocas que nos la presenta como alguien fuerte, que desafía al poder masculino.

Desgraciadamente, más del 95% de los cuadros que cuelgan en los grandes museos de arte clásico están hechos por hombres. Así que ya sabéis quién y cómo cuenta la historia de la mujer.