Un reguero de sangre con piñones recorre nuestra Historia más reciente. Permanece oculta a los ojos de la mayoría, y cuando hay alguna rotura en la tripa de la morcilla, salpica. Con todo, jamás se nombra lo que no conviene, no vaya a ser que se descubra la mala calidad de nuestra charcutería.

No sé si me explico, pero leyendo la última entrega de Eduardo Bravo, uno se da cuenta de que nuestro país es tan propicio a la matanza que no es de extrañar que dos matarifes como Hitler y Stalin lo tomaran como laboratorio de pruebas para lo que luego sería la II Guerra Mundial. Tal vez por eso, nuestro querido país ha sido -es y será- lugar elegido por los grandes criminales como destino turístico, por llamarlo de alguna manera. Ya saben.

Todavía quedan materias pendientes, asignaturas por las que se pasa de puntillas a la hora de reconocer que nos han secuestrado una parte del pasado. Y para recuperarlas está Eduardo Bravo, un tipo que sigue empeñado en engarzar sucesos con el mismo cordón con el que otros atan la tripa de nuestras históricas morcillas. De esta manera, en su libro-reportaje recién publicado, Eduardo Bravo resucita el cadáver maltrecho de Evita Perón junto a las chicas del drugstore, aquellas chicas que cantó el grupo Burning. Pero el protagonismo lo tiene José López Rega, apodado el Brujo, un hombre servicial con los poderosos que entró como asistente de Juan Domingo Perón en el exilio y fue tomando posición dentro de la familia. Con su dedo mágico practicaba el masaje dactilar a la próstata purulenta de Perón, aliviándole los dolores. Eso mismo, junto al cambio de pañales y otras miserias que no vienen a cuento, fueron las labores iniciáticas del rito que desempeñó López Regá antes de ganarse su buen sueldo como secretario del matrimonio formado por María Estela Martínez de Perón y Juan Domingo Perón.

Desde su posición privilegiada, López Regá montó la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), grupo parapolicial cuyo jefe fue Rodolfo Almirón, un policía que llegó a España durante el último verano de Franco. Muy pronto, el tal Almirón comenzó a trabajar en la empresa de seguridad de Antonio Cortina, hijo de un exministro franquista. Por decir no quede que también estuvo presente en los sucesos de Montejurra. En poco tiempo se convertiría en guardaespaldas de Fraga. Y como no podía ser de otra manera, con el tiempo Almirón se encargo de adiestrar a los primeros escoltas de Felipe González. Entre toda esta sangre van las piedras que nos meten en la morcilla como si fueran piñones.

Estos asuntos los denunció en su día la revista Cambio 16, a lo que siguió una denuncia del partido de Fraga ante el Juzgado de Guardia de Madrid, una querella criminal contra la publicación que fue preparada por los abogados Ruiz Gallardón, padre e hijo. Aquí nadie se escapa. Los cachorros del franquismo siguieron -y siguen- salpicando con sangre cada mordisco de nuestra morcilla histórica. Por eso mismo, la lectura del nuevo libro de Eduardo Bravo es todo un reportaje de investigación capaz de remover los intestinos de nuestro pasado, el mismo pasado que nos quieren secuestrar como si la Historia, la nuestra, fuese una mercancía más.

El libro se titula AAA (Del peronismo mágico al caso Almirón) y ha sido publicado por Autsaider División Sesuda. No lo pierdan de vista.