La literatura está hecha a base de memoria. Por eso resulta tan difícil hacer literatura de los sucesos recientes. Para novelar el tiempo presente se requiere cierto talento, es decir, ser un escritor virguero o llamarse Juan Madrid.
Porque Juan Madrid es único a la hora de hacer literatura con lo más reciente. Su última novela es el ejemplo; una historia negra, llena de enredo político, donde aparece el Emérito con sus vicios subvencionados por un pueblo que duerme bajo el peso de tanta y tan continua desvergüenza. Juan Madrid -con ayuda de su álter ego Juan Delforo- nos va a dar una serie de claves históricas para comprender que lo del Estado delincuencial no es algo nuevo en nuestro país, y que las cloacas llevan funcionando desde el fatídico día en el que los militares se levantaron para masacrar a su propio pueblo. Lo hicieron en nombre de la salvación patriótica y de no sé cuántos ideales más que, a estas alturas, sólo sirven para justificar lo injustificable.
Las trampas del lenguaje facha llamaron Alzamiento Nacional al golpe de Estado que acabó en masacre. Para justificarlo, utilizaron la figura del mártir Calvo-Sotelo, haciéndonos creer que la culpa de nuestra guerra la tuvo un crimen político. Con tales antecedentes, Juan Delforo investiga, escudriña informes y antiguos legajos, dando a entender que el golpe militar llevaba tiempo cocinándose en los fogones del capitalismo hispano de la época. De esta manera, el asesinato de Calvo-Sotelo fue un crimen programado por los mismos que pusieron dinero para la masacre que vino tras el golpe de Estado.
Sin lugar a dudas, las cloacas empezaron a funcionar durante la II República. Su objetivo no fue otro que el de acabar con todo lo que oliese a comunismo. Con tales razones heredadas del franquismo, no es de extrañar que el comunismo de hoy en día tenga tan mala prensa en España; es la estrategia de la policía política reforzada con los sucesivos gobiernos del PP y, cómo no, silenciada por el falso izquierdismo de un partido que se dice socialista.
Llegados aquí, hay que apuntar que por las páginas de la novela de Juan Madrid también salen personajes como el comisario Villarejo y toda la tropa de subordinados dependientes de los Servicios de Inteligencia; gentuza encargada de trampear cualquier iniciativa que desplace de su privilegiada posición a la clase dominante. Porque el franquismo no acabó con la muerte de Franco. Todo lo contrario. Con la muerte de Franco, el franquismo se renovó en cada uno de sus herederos. Los seguimos sufriendo.
Juan Madrid lo cuenta de manera sencilla, lejos de hacer novela posmoderna o literatura modernuqui, esa misma que ahora se lleva tanto por ser la expresión lingüística de los hijos inútiles de la clase dominante. Pero no me quiero despistar, vine aquí a hablar de un novelista de los buenos; vine aquí para hablar de Juan Madrid. Porque Juan Madrid ha vuelto, y su vuelta es una noticia para celebrar.
Hace unos años, el padre de la novela negra en castellano tuvo un susto que por poco nos deja huérfanos. Pero como su misión en la vida es la de seguir escribiendo, el bueno de Juan Madrid ha cumplido con creces. Por ello saca nueva novela que se titula 'Gloria Bendita'; una historia de las suyas donde enreda al emérito con una deportista de anchas caderas que se mueve por Malasaña, el barrio que es territorio emocional de todos los lectores de Juan Madrid, entre los cuales me incluyo desde un lejano día de principios de los años 80, cuando cayó en mis manos su novela 'Un beso de amigo'; una historia castiza donde conocí a Toni Romano y el golpe seco de un lenguaje que renovaba la tradición galdosiana, devolviendo la literatura de gusto popular a las calles; literatura escrita con la intención de contar asuntos que pasaban a tiempo real. Desde entonces, desde aquel lejano día, yo siempre quise llamarme Juan Madrid.