Las palabras del vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, diciendo que "somos imbéciles" por cómo se está descontrolando la pandemia en esta quinta ola me han hecho reflexionar. Sus palabras destilan la amargura del fracaso y el enfado por caer dos veces en la misma piedra.

Cuando le escuché entendí que Igea nos llama imbéciles a todos, no solo a los políticos que toman las decisiones. Intuyo que se lo llama también a los ciudadanos y ciudadanas.

El mismo día que él pronunció la frase, me encontré con dos vecinas en el portal. Las dos me hablaron de lo mismo. Las conversaciones podrían haberse producido el verano pasado. Porque llevamos desde entonces hablando de lo mismo. Pero no. Es ya 2021 y ha pasado 1 año y 4 meses desde aquella primera vez que nos encerraron.

Ambas vecinas, vuelvo a ellas, mostraron su preocupación porque el virus vuelva a estar campando a sus anchas. Las dos están muy indecisas con respecto a sus vacaciones. Una se va a la playa. La otra a la montaña. A ver qué pasa, ya veremos, asumían con resignación y con todos los planes en el aire.

Otra vecina de otro portal tiene a sus dos hijos adolescentes contagiados y metidos en su habitación. Los padres, vacunados con pauta completa, se libran por el momento.

A otra vecina, más joven, me la encuentro al día siguiente en el garaje. Carga sus maletas en el coche. Se va a la playa después de invertir 19 días de sus vacaciones en una cuarentena al haberse contagiado no sabe muy bien ni dónde ni cómo; solo sabe que no paró de trabajar hasta que empezaron sus días libres. Tiene 40 años y el bicho se adueñó de ella con el sms para vacunarse ya en el móvil.

El "somos imbéciles" me retumba en la cabeza. ¿Quién es imbécil? ¿La vecina que igual se queda sin playa? ¿La que está pensando en anular su reserva en un hotel idílico de Pirineos? ¿La que deja el desayuno, la comida y la cena a sus hijos en la puerta de la habitación y se marcha antes de que abran para no contagiarse? ¿O es imbécil la que se va a la playa después de haberse pagado un test en una clínica privada porque su Centro de Salud a los 10 días le dio el alta pero ella quiso asegurarse de que no contagiaba antes de marcharse a la playa con la familia?

¿De verdad el vicepresidente de la Junta de Castilla y León cree que las tres son imbéciles?

Quizás hubiera sido mejor que concretara un poco a quién estaba insultando. Quizás son imbéciles solo algunas personas. Los que se precipitaron abriendo discotecas. Los que quisieron anunciar a bombo y platillo que la mascarilla en la calle ya no hacía falta. O también los que interpretan las leyes de manera diferente en cada comunidad autónoma generando un caos jurídico que genera inseguridad. O los que no han querido cerrar el interior de los bares porque la libertad es maravillosa. O los que están retrasando las segundas dosis por incapacidad en la gestión. O los países desarrollados que no ayudan a que las personas más pobres tengan el mismo acceso a la vacuna y así apagar el virus entre todos. O los negacionistas. O el que se pasa el verano de botellón en botellón sin respetar ninguna medida. O el que va a una boda y en el baile se olvida de que el COVID ha matado a más de 80.000 personas, muchas de ellas sanitarios que se han dejado la piel por cuidarnos.

Es verdad que los datos de incidencia acumulada parecen indicar que no hemos aprendido nada en este casi año y medio de pandemia. Pero aquí hay unos responsables políticos que gobiernan a unos ciudadanos que, en su mayoría, cumplen las normas. En vez de llamar imbéciles de manera tan contundente y meter a todo el mundo en el mismo saco, Igea podría haber acotado más su expresión. Porque lo que menos necesitamos algunos es que encima se nos insulte. Y si los políticos no quieren que les llamemos imbéciles a ellos, así en general, hagan bien su trabajo, por favor. Y tomen las mejores decisiones para todos.