Pedro Sánchez está tranquilo. O eso quiere aparentar. Es otro Presidente distinto al de antes del verano. Se ha tomado en serio lo de que empezaba otra legislatura después de la pandemia. Dice que el COVID-19 es un maldito virus. Y quizás también él tenía cerca otras maldiciones que ahora ya no le rodean ni le susurran al oído.

Su nuevo jefe de gabinete, el socialista Óscar López, y el nuevo Secretario de Estado de Comunicación, Francesc Vallés, seguro que tienen algo que ver en su nueva imagen, la de un Presidente más didáctico y más pedagógico que hace unos meses.

No usa ya expresiones rimbombantes ni impactantes pero huecas. Nada de frases hechas o edulcoradas. Usa palabras más propias de la calle. Esa calle que le abucheó y le insultó el pasado lunes en la Fiesta del 12 de octubre. Ha reconocido que, desde el punto de vista personal, no le resulta agradable recibir palabras malsonantes y cree que Casado, con su discurso, avala los insultos que él recibe.

Durante suentrevista en laSexta con Antonio García Ferrerasha utilizado dos veces la expresión "empeño mi palabra". Dos veces se ha comprometido con los ciudadanos. Habla para ellos porque sabe que es a ellos a los que debe mantener de su lado y en los que debe generar confianza. Una de las veces ha sido para decir que se debe a los ciudadanos, a los trabajadores, a los empresarios y a los autónomos y no a las eléctricas. Y ha empeñado su palabra en otra ocasión, para asegurar en relación al rey emérito que no hay favoritismos con él y que todos los ciudadanos son iguales ante la ley. En este segundo asunto tendrá que esforzarse mucho el Presidente para que la ciudadanía entienda que don Juan Carlos queda libre de cualquier persecución judicial después de todos los desmanes que hemos conocido.

Es otro Pedro Sánchez. Luce calcetines de colores. No unos aburridos ejecutivos. Es más parecido a la gente que le vota. Intenta empatizar con los que sufren. Parece más humano, menos artificial. Sabe que los palmeros lo están pasando mal y él se compunge con ellos. Mira el volcán y apena el rostro. Quiere que sepan que comparte su drama. No solo es el discurso de que las ayudas llegarán. Todo va acompañado de un cierto ritual de humanidad desconocido en él hasta hace poco. Puede que sea impostado, no lo sé. No he pasado tantas horas con Pedro Sánchez cómo para conocer su personalidad de verdad. Pero este Presidente que ahora se presenta ante la opinión pública ha dado un cambio radical y alguien quiere que se note.

Por primera vez le hemos visto escuchar en directolas palabras de Casado en las que, en una entrevista en 'El Mundo', vaticinaba un futuro negro para nuestra economía: quiebra y rescate. Sánchez ha levantado las cejas, sorprendido. Ha hecho muecas en señal de desacuerdo. Ha negado con la cabeza y ha lamentado con su gesto que el líder de la oposición no reme a favor de los intereses del país.

Y claro, Señor Sánchez, es lógico que con su nuevo Yo quiera ganarse a los votantes. Pero no pretenda conquistar también a quien quiere quitarle el puesto.