"Tengo el depósito vacío". Las palabras de Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, siguen golpeando fuerte mi pecho. No ha podido más y en ese "no puedo más" tantas mujeres representadas. Y en ese "quiero pasar más tiempo con mi familia", la vergüenza de un sistema que no funciona y que todas callamos, por miedo a que nos tachen de "vagas", "insatisfechas" o "quejicas". Una realidad que duele la de Jacinda, porque hay una verdad invisible en esas palabras, que parece que los medios, los gobiernos ignoran, no vaya a ser que destapemos la verdad de una estructura patriarcal que se resiste a cambiar. Y es que este sistema fallido, maquillado de bienestar, que ya no nos engaña, culpabilizándonos, esconde una verdad invisible: se da la espalda al tiempo personal y familiar.

La primera ministra ha declarado que no tiene planes, que no tiene compromisos, que quiere pasar "tiempo con su familia". El día después de la dimisión dijo a los medios que era la primera noche en mucho tiempo que dormía profundamente. Me sentí identificada. Sentí lo mismo aquel día de enero de 2014 en el que POR FIN, después de dos años, soñando con ese momento, me senté delante de mi jefa a decirle: "no puedo más", "no tengo fuerzas", "me voy". Y después de aquellas palabras… alivio, descanso, paz. No fui capaz, no fui suficiente. Recuerdo la misma cara desencajada de Jacinda, casi pidiendo disculpas, derrotada, culpándome. Me costó meses despertar y darme cuenta de que no era yo, era ella, era aquel trabajo, era la falta de comprensión, la falta de empatía, la ausencia de cualquier atisbo de conciliación, eran los desplantes cuando mi hija enfermaba, era la falta de respeto si no podía estar en una reunión fuera de horario, era el sistema, era el modelo laboral allí y en todas partes el que nos expulsa a las mujeres, a las madres de cualquier posibilidad de crecimiento, de ascenso, de poder, si no renunciamos a nuestra vida, a nuestra persona, a nuestra familia, a nuestro autocuidado.

Pero los medios y la gente alaban a Jacinda. Leo con rabia "qué valiente", "qué ejemplo políticas así", "que cuando saben que no pueden dar todo, se van". Cuánta hipocresía o cuán anestesiadas estamos las personas para no ver en sus palabras una renuncia, una falta absoluta de conciliación y un acoso constante a las mujeres con poder. Porque, ¿a cuántos hombres hemos visto declarar algo así? Pero ese es otro tema.

El caso es que o renuncias o no concilias, así de simple. No hay opción. Las mujeres, las madres (y también los hombres que quieren cuidar) fuera. No somos válidas. Tienes dos opciones: reducir tu jornada, pedir una excedencia, pagar tu conciliación, asumir un coste personal y emocional o simplemente abandonar. Levantar la mano y decir: "no fui capaz", "no fui suficiente". La sociedad va a aplaudir tu decisión, vistiéndola de "elección libre" para no destapar la mentira de un sistema que nos arrastra al colapso, que da la espalda a los cuidados, a la vida, al descanso. Porque nosotras lo asumimos como propio, lo solucionamos de puertas para adentro, olvidando que es un asunto público y político y que no, que no es nuestra responsabilidad la falta de conciliación, el no poder más y acabar con la salud mental por los suelos y el depósito vacío. Pagamos un coste tan alto. Y mientras, el Estado mutis por el forro.

Despertemos. Porque yo no conozco a Jacinda, claro, pero sí a miles de mujeres que cada día llegan al Club de Malasmadres buscando desahogo, compañía y compasión, sintiéndose infravaloradas, solas y exhaustas por no llegar. ¿No llegar a qué? A todo, a las exigencias que se nos imponen, sobre todo, cuando somos madres y la única manera de seguir adelante con tu carrera profesional es asumir el coste altísimo de cargar con una mochila que pesa demasiado, pesa demasiado. Pero mientras sigamos adelante, sin rechistar, mientras sigamos renunciando, aceptando las reglas del juego, no avanzaremos y todo seguirá igual.

Yo no renuncio porque ya lo hice una vez y me creí la gran mentira de "la libre elección". Pero Jacinda somos todas y esto tiene que cambiar. No tenemos que dimitir para tener energía, para pasar tiempo con nuestra familia y para dormir bien, ¿qué locura es esta?