-¿Y las niñas?

-¿Con quién están tus hijas?

-¿Dónde están ellas?

He perdido la cuenta de la de veces que me han preguntado por mis hijas en estos últimos cinco años. Cuando viajo, voy a un evento por la tarde o estoy un sábado por la mañana dando una charla. Ahí están esas palabras, clavándose muy adentro. A veces pienso que como no las muestro en redes sociales, quizás dudan de que existan y me lo preguntan a ver si de una vez me pillan en un renuncio y lo reconozco al mundo. ¿Os imagináis que fuera todo una gran mentira y realmente no tuviera hijas ni fuera madre ni "ná"? Me da la risa solo de pensarlo. Y es que para mí tomarme con humor estas cosas es la mejor manera de superarlas y que no me afecten, aunque importancia tiene y mucha. Por un lado porque a ningún padre nunca le preguntan al terminar una charla o en una reunión por la tarde o un evento con amigos "dónde están sus hijos" y por otro lado porque normalmente siempre la pregunta viene de otra mujer.

Este año comencé yo a llevar los martes a las niñas al inglés, cosa que hacía el buenpadre y una madre en la puerta me dijo:

-Anda, ¿cómo tú por aquí?

En esta frase tan simple hay mucha tela que cortar. Porque mi subsconsciente de Malamadre culpable, imperfecta, que no llega a todo, que siempre piensa que podría hacerlo mejor, ser una madre más presente, desvivirse más por sus hijas, dejar su trabajo, llevarlas más conjuntadas, cortarles el pelo más, echarles más crema hidratante, cortarle más a menudo las uñas y ya de paso renunciar, vivir solo por y para ellas y olvidarse de su persona se traduce así:

- Ya te vale Malamadre, que no llevas a tus hijas nunca al inglés, que no las bajas al parque entre semana ni haces pandilla en la urbanización. Ya te vale M-A-L-A-M-A-D-R-E que no has hecho un disfraz a mano en 7 años ni un bizcocho casero ni unas galletas de mantequilla si quiera. Ya te vale que no sabes ni encender el horno, ni te acuerdas del número de pie de tus hijas ni las llevas a tocar el ukelele. Tan cruel es este sentimiento que alguna vez que me da por pensar en llevarlas al parque un día entre semana me paralizo, pensando en las miradas ajenas sorprendidas de mi hazaña. Y no voy.

Me gustaría deciros que soy una mujer y una madre lo suficientemente fuerte como para que me resbalaran estas frases dañinas y miradas ajenas del buen hacer, pero no. Me duelen porque consiguen conectar con mi sentimiento más profundo de Malamadre, con ese que me hizo crear el club, tocar fondo, renunciar a mi carrera profesional un día y gritar al mundo: "Sí, soy Malamadre, así que tú, no vengas juzgándome, porque no me conoces, porque no sabes que tengo a mi lado un buenpadre corresponsable, que el año pasado se cogió una excedencia y que es una pieza clave en este proyecto. Porque no sabes que cada día digo que NO a muchas cosas porque ELLAS son prioridad igual que yo y no quiero perder el equilibrio. Porque conciliar siempre es mi objetivo. Porque además cuando nosotros no llegamos, tenemos una maravillosa persona que nos ayuda. Porque cuando todo se complica, tenemos cuatro abuelos dispuestos a viajar. Porque sobre todo mis hijas están bien cuidadas y eso no debe preocuparte a ti. Porque no es justo que dudes de mí como madre por el simple hecho de realizarme no solo como madre, sino también como mujer. Así que si no las ves, a mis hijas, que sí existen, y me ves a mí a una hora indecente para una madre de bien trabajando, en un evento o disfrutando con amigas, no te preocupes, que ya me he ocupado yo de que mis hijas estén a salvo y felices".

Así que como decía el otro día, la última vez que cayó sobre mis hombre la culpa de "dónde están tus hijas", me di cuenta todo lo que nos queda por hacer, por concienciar y por visibilizar. Me dio alas para no ocultarme por el qué dirán, por seguir luchando porque la corresponsabilidad sea una realidad en este país.

Hasta que no cambiemos los roles tradicionales y la presión que sufre la mujer cuando es madre NO vamos a avanzar. Es una presión que se construye en:

- Lo profesional.

- Lo social.

- Y lo personal, que esto suele doler un poquito más.

A un hombre no le preguntarían con quién están sus hijas si está en un evento un día cualquiera a las 7 de la tarde, a un hombre no le ponen en duda su valor profesional cuando es padre, a un hombre no se le cuestionan su paternidad por no llegar a leer el cuento una noche, a un hombre no se le tacha de "mal padre" por conciliar como puede y sobrevivir a base de café y el apoyo de su mujer. Nos queda mucho camino y yo a la próxima que me pregunte "con quién están las niñas" le pondré esta cara y me acogeré a la duodécima enmienda del club de Malasmadres que viene a decir: "No te preocupes por mis hijas, ya me preocupo yo, están bien cuidadas, tienen un padre y si no me busco la vida. Renuncio a muchas cosas por ellas, porque quiero, pero a otras no, porque también quiero.

¡Palabrita de Malamadre!