Aunque vivimos en la era de los divulgadores nutricionales, influencers de salud y casi todos los periódicos tienen una sección donde, con mayor o menor frecuencia, hablan de alimentación, muchas veces no sabemos dónde acudir para cerciorarnos de que la información que nos dan no solo es veraz, sino basada en la evidencia.

Pero no en "cualquier evidencia". O, dicho de otra manera, evitar consejos que los sustentan unos cuantos estudios. De hecho, ya sean 5, 10 o 20, una compilación de estudios, en el ámbito científico, no quiere decir que se pueda asegurar nada.

Las guías alimentarias o guías sobre dieta vienen a cubrir esta necesidad. Documentos que elaboran sociedades científicas analizando toda la información y ciencia disponible sobre nutrición para elaborar unas recomendaciones de qué debemos comer, cuántas veces, incluso el tamaño de ración, qué es mejor beber, incluso cuánta actividad física es la mínima que deberíamos de realizar.

Paralelamente también cada vez se habla más de la sostenibilidad de la dieta. Dicho de otra manera, de la importancia de lo que ponemos en el plato no solo para nuestra salud, si no para la salud del planeta. Nuestra alimentación debe ser saludable pero también sostenible.

Parece que esto último no está tan contemplado en las citadas guías que existen a nivel de Europa. Según un proyecto de investigación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), solo un 20% de las guías europeas sobre dieta incorporan la sostenibilidad alimentaria. El estudio ha sido publicado en la revista BMC Public Health bajo el nombre de 'Dietary patterns for health and sustainability'.

En este mismo estudio se señala la necesidad de que se incluya la sostenibilidad en las guías, abordando el tema entre los diferentes agentes implicados, con acciones en todos los campos, ya sea elaborando guías estratégicas o cambios de legislación. Concretamente, señala la necesidad que hay de que se actualicen las guías incluyendo la sostenibilidad.

No es un trabajo muy laborioso, si somos sinceros. Podemos resumir en un par de consejos cómo hacer de nuestra dieta un hábito más sostenible. Según los resultados de casi todas las investigaciones, el aumento de consumo de alimentos de origen vegetal, como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres o semillas, junto con una reducción (que no supresión) del consumo de carne roja y ultraprocesados ya hace de nuestro plato una acción más respetuosa con el medio ambiente.

Dicho de otra manera, seguir una alimentación y estilo de vida mediterráneo, ya que se basa en un alto consumo de vegetales y pescado, y un consumo controlado de carne, ya se consideraría una alimentación sostenible. En esta misma línea también estaría incluida la dieta japonesa. Por lo que todo apunta a que el exceso de consumo de alimentos de origen animal es uno de los primeros objetivos que se debería de perseguir en las guías, para que ganemos, tanto nosotros, como nuestro propio entorno.