Su llegada casi llegó a eclipsar la mala fama de las grasas saturadas. Y no sin motivo, ya que, cuando hablamos de riesgo cardiovascular, las grasas trans son incluso peores que las saturadas. De hecho, hasta depende de qué grasa saturada estemos hablando, porque algunas, como las de cadena corta de los lácteos o de cadena media del coco, tienen un perfil cardiovascular más saludable que las trans o las de cadena larga como las de embutidos o carnes procesadas.

Resultado de buscar hacer sólidas a temperatura ambiente grasas vegetales, la hidrogenación de las grasas las transforma en unas más parecidas a las saturadas (que son sólidas a temperatura ambiente, como, por ejemplo, la mantequilla), pero con una estructura que hace que sean difíciles de procesar por el cuerpo, además de aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular.

Es por ello que ya en 2018 la Organización Mundial de la Salud fijó al 2023 como el año para la eliminación, a nivel mundial, de estas grasas trans como uno de sus objetivos prioritarios. Recientemente este organismo ha lanzado un nuevo informe donde señala que miles de millones de personas en todo el mundo siguen expuestas a este nutriente ya que no existen políticas que las eliminen. Todo ello a pesar de que muchos países han aplicado mejores prácticas para hacerlas frente. Aun así, sigue lejos el objetivo de su eliminación para este año como se habían marcado.

Dinamarca fue el primer país que lideró la eliminación de las grasas trans, donde ya se nota una disminución de la enfermedad cardiovascular en sus ciudadanos. En el resto de Europa, la legislación entró en vigor en abril de 2021 y aún está por ver sus resultados a nivel salud poblacional, ya que aún es pronto para evaluar sus efectos.

Pero fuera de nuestra comunidad europea, países como Pakistán, Bangladesh, India, Egipto, Corea del Sur, México o Argentina preocupan a la OMS, ya que no están tomando ninguna medida. Recordemos que, a pesar de sus efectos negativos, es una grasa barata y con las mismas cualidades tecnológicas en la cocina que la mantequilla, mucho más cara. Por lo que su eliminación muchas veces viene acompañada de subida de precios para el consumidor.

Es verdad que existen aceites y grasas más saludables para sustituir los ácidos grasos trans, y que hacer ese cambio salvaría muchas vidas. Pero el factor económico entra en juego, y, en determinadas comunidades y países tiene incluso más peso que en el nuestro, a pesar de la fuerte inflación que estamos viviendo. Por eso, a las puertas de lo que parece una recesión económica mundial, veremos si somos capaces de cumplir el objetivo de hacer desaparecer esta grasa de nuestra dieta.