Siguiendo la estela del papel higiénico, la harina y la levadura durante el confinamiento, la guerra de Ucrania ha vuelto a desatar la locura en los supermercados con el aceite de girasol. No solamente por el aumento de su precio, si no por el desabastecimiento que en algunas grandes superficies parece haber. Al hecho de que España importaba el 70% del aceite de girasol que consumía se suma el afán de aprovisionarse con botellas y botellas de este producto, hasta el punto de que muchas cadenas de supermercados han limitado su compra a 5 litros por persona.

Lejos de debatir si limitar la compra es o no legal, vista la denuncia que Facua ha interpuesto amparados en el artículo 9.2 de la Ley 7/1996 de Ordenación del Comercio Minorista donde se establece que “los comerciantes no podrán limitar la cantidad de artículos que pueden ser adquiridos por cada comprador ni establecer precios más elevados o suprimir reducciones o incentivos para las compras que superen un determinado volumen”, ¿de verdad es tan necesario el aceite de girasol en nuestra dieta desde un punto de vista nutricional?

Todos tenemos asumido que el aceite de girasol y el aceite de oliva virgen extra, aunque los dos son grasas vegetales, no tienen nada que ver una con la otra. No solo en sabor, o en calidad, nutricionalmente estamos hablando de dos aceites muy distintos. El aceite de oliva virgen y virgen extra es extraído en frío, prensando la aceituna y extrayendo su “zumo” que conformará el aceite. Dicho de una manera muy resumida, es el resultado de exprimir las aceitunas sin que se sobrecaliente el líquido y pierda propiedades. Mientras que el obtenido de las semillas del girasol, es una extracción química. Se utilizan disolventes alimentarios para poder sacar la grasa a las pipas y generar el aceite.

La importancia del proceso de cómo se extra cada aceite es fundamental, ya que el producto final tendrá un impacto en nuestra salud totalmente diferente. Además de las propias diferencias nutricionales del perfil de ácidos grasos, donde el aceite de oliva gana por goleada en cuanto a cantidad de ácido oleico se refiere, lo que se ha podido observar en los estudios es que su impacto en la salud cardiovascular es totalmente diferente.

Mientras es archiconocido el papel cardioprotector del aceite de oliva virgen y virgen extra, cuando hablamos de aceites refinados como el de girasol y otros aceites de semillas como el de maíz, sésamo, cacahuete, colza, soja o coco, el efecto es totalmente opuesto. No tienen ese papel cardioprotector y, según los estudios, podría tener un papel proinflamatorio en el organismo. Por lo que, reducir su consumo a lo mínimo necesario en nuestra alimentación, bien sea por salud, o porque no hay en el supermercado, tampoco es un mal planteamiento si lo sustituimos por los aceites de oliva antes mencionados.

Aún así, es verdad que es un aceite mucho más barato y que, aunque no se deba de comer de forma frecuente, para los fritos es uno de los preferidos por no dejar tanto sabor. También aguanta temperaturas más altas en la fritura, lo que hace que se retrase el degradado del aceite y la aparición de compuestos potencialmente tóxicos para la salud como las acrilamidas. ¿Qué alternativas tenemos?

Volvemos a la aceituna. Porque no solo tenemos el virgen y el virgen extra. También contamos con el aceite de oliva refinado (el que no tiene “apellidos” y pone simple y llanamente “aceite de oliva'') y el aceite de orujo de oliva. Mientras que el aceite de oliva virgen extra (AOVE) no es el más indicado para freír y se debería dejar para su consumo en crudo (por ejemplo, en ensaladas), el refinado y el de orujo pueden ser perfectamente una alternativa para usar y a un precio mucho más económico. Puede ser que ahora suba un poco, pero hasta esta “crisis” del aceite, han sido dos de los grandes olvidados.

El sabor. Otro de los grandes problemas cuando preguntas a la gente por qué prefiere oliva para ciertas recetas como bizcochos o para la mayonesa casera. Recordemos que para gustos colores, y para sabores, contamos con diferentes graduaciones y variedades de aceituna. Incluso existen aceites de oliva con mezcla de aceitunas. De forma general, la variedad arbequina suele dar los aceites de oliva menos amargos. También los aceites de “recogida temprana” dan menos amargor al aceite, o variedades con una graduación del 0,4.

No solo nuestro bolsillo lo notará. También nuestra salud, algo que debe estar siempre por encima de cualquier conflicto y que debería estar siempre asegurado. Aunque muchas veces, desgraciadamente, no sea así.