Hay quien hubiera preferido que Sánchez volviera de Bruselas humillado, pero no ocurrió. Aquellos que preferían ver al gobierno de coalición lapidado tras un fracaso europeo, no lo lograron. Ahora bien, ni machacarle ni hacerle la ola. Ni la euforia de unos ni la hecatombe augurada por otros. Conviene tener cautela ante la situación económica que se avecina por la crisis del coronavirus y antes de ver cómo se desarrolla toda la película con los planes de reformas exigidos a cada país, que necesitarán la aprobación europea.

Habrá un fondo de reconstrucción con una cuantía generosa. Europa no ha recortado las expectativas de países como España de una forma significativa. Ahora bien, el gobierno deberá tener un plan que necesitará el visto bueno europeo. Es buen momento para invertir en nuestro sistema sanitario, en la digitalización de nuestra economía, en educación, en energías verdes, en trabajar por extender un tejido industrial, sin dejar atrás a los más débiles, teniendo en cuenta que nuestras previsiones de paro, deuda y déficit complicarán el panorama.

España ya pagó la crisis financiera con un rescate a la banca, bajadas de sueldos, recortes en educación, sanidad, copagos, subidas de impuestos generalizadas, al mismo tiempo que se hacía una amnistía fiscal que benefició a los corruptos. Todavía hoy, algunos niegan esa realidad. Ni la gente hundió la banca ni trajo el coronavirus, pero apoquina. Conviene tenerlo en cuenta a la hora de exigir que no paguen los platos rotos los de siempre, mientras que los poderosos siguen comiendo en bandeja de plata. Van a sufrir más los que menos tienen. Para intentar corregirlo, esperemos que esta vez Europa esté a la altura.

Aquel rescate que no iba a costarnos ni un euro, antes de que Rajoy se fuera al fútbol, hace que tengamos la lección aprendida y la mosca detrás de la oreja. Esta vez no habrá hombres de negro, ni a Sánchez lo han mandado a Madrid con la lista de recortes, pero conviene tener en cuenta que el camino puede ser difícil y que las reformas exigidas por Europa deben ser constructivas, no de miseria y desolación para los más débiles. Pudiera ser una buena oportunidad para modernizar nuestra actividad económica y dejar de depender tanto del turismo y el ladrillo, aunque cualquiera con dos dedos de frente sabe que estas cosas no se cambian en poco tiempo y, por eso, lo prudente es no echar las campanas al vuelo.

La economía sufre un parón, la incertidumbre sobre la cura del coronavirus complica aún más hacer planes de futuro, España ve agravados sus problemas por un modelo económico tan dependiente de la precariedad de sus trabajadores y de una lacerante desigualdad. Sufrirán más los más pobres. A España no le han exigido volver a bajar sueldos y recortar las pensiones, pero conviene contener la euforia, puesto que nos enfrentamos a un panorama de incremento del paro, de deuda y de déficit que mantiene incógnitas y complicaría la tarea de cualquier gobierno.

En estos tiempos de "futbolización" de la política, cuando parece que cada hinchada se emplea a fondo en corear más fuerte el nombre de los suyos, igual son días para estar alerta y mantenerse en el término medio. Ni aquello de que este gobierno de rojos nos ha arruinado ni tampoco lo de que tenemos a los mejores ministros del mundo. Uno está oyendo y leyendo de todo. Estemos atentos, porque aún hablamos de una crisis del coronavirus que está presente, con la salud y con las cosas del comer no se juega, el partido solo acaba de empezar y lo peor es que no sabemos cuánto dura.