"Hace falta más pensamiento crítico". Esta afirmación se escucha con tanta frecuencia y en tantos contextos que se ha convertido en una muletilla vacía de significado. Quienes ensalzan el pensamiento crítico como respuesta para todo a menudo lo hacen porque despierta el aplauso fácil de los que andan tan cortos de ideas como ellos. Generalmente ni siquiera se usa la expresión "pensamiento crítico" con su significado real, porque el pensamiento crítico no es dudar de todo por sistema, sino un sistema de dudar que permite distinguir lo valioso de lo prescindible, lo verdadero de lo falso. Por eso, para desarrollar el pensamiento crítico primero debe haber unos buenos cimientos construidos con experiencia y conocimiento. Sin conocimiento, el pensamiento crítico es inútil, es solo un estado provisional permanente. La afirmación resulta tan cómoda para el relativismo –posición filosófica que niega la existencia de verdades absolutas–, porque se apoltrona en la duda y prescinde del esfuerzo que requiere adquirir conocimientos, tener ideas y formarse una opinión.

Se suele relacionar el pensamiento crítico con la ciencia porque el método científico se fundamenta en poner a prueba las ideas, al fin y al cabo, en dudar. Sin embargo, el método científico es un método, no es dudar por dudar. Por eso, el desconocimiento epistemológico de la ciencia, de cómo es el sistema mediante el cual la ciencia se aproxima a la verdad, lleva a los idiotas a poner en duda cualquier hecho probado y a asegurar que en eso consiste la ciencia: "La ciencia es dudar, así que yo dudo de [inserte aquí: la eficacia de las vacunas, el cambio climático, la ley de la gravitación universal, etc.]".

Para conocer el estado de salud del pensamiento crítico de la población es fundamental conocer primero su nivel de cultura. Recientemente la Fundación BBVA ha publicado un nuevo estudio sobre cultura científica realizado en 15 países, entre ellos España. Los participantes rellenaron un cuestionario de cultura científica básica con 11 preguntas de verdadero y falso. La mayoría, más del 70 %, contestaron correctamente a cuestiones relacionadas con que la Tierra gira alrededor del Sol, o que la Tierra no es el centro del universo, o que no todos los microbios son perjudiciales para los seres humanos. Sin embargo, el porcentaje de aciertos fue mucho menor en las cuestiones que atañen a ramas de la ciencia más pegadas a la actualidad informativa. Por ejemplo, ante la afirmación "Los antibióticos destruyen los virus" solo acertaron a marcarla como falsa el 43 % de los participantes. Después de haber vivido una pandemia ocasionada por un virus, resulta llamativo que más de la mitad de los participantes del estudio no hayan adquirido ese conocimiento mínimo. Quizá esta sea la consecuencia de batallar por la atención usando el sensacionalismo como arma, la equidistancia o el descrédito de las autoridades.

Solo el 27 % de los participantes del estudio acertaron a señalar como falsa la afirmación "El cambio climático se produce por el agujero de la capa de ozono". Y solo el 60 % acertaron a señalar como falsa la afirmación. "Los tomates comunes que comemos no tienen genes, mientras que los tomates obtenidos por la ingeniería genética sí". Así que el 40 % no sabe que todos los seres vivos tienen genes, ya sean tomates, personas o merluzas. Y el 73 % no sabe que el cambio climático no es consecuencia del agujero de la capa de ozono. También es indicativo de los prejuicios, la polarización y la desinformación que hay sobre la ingeniería genética o las ciencias medioambientales. Asimismo, es la razón por la que la genética y el cambio climático son dos temas sobre los que es muy difícil hacer divulgación científica. Es difícil porque atrae a los bárbaros. Algo que también ocurre con otros asuntos de actualidad sobre los que hay un preocupante desconocimiento, como la energía nuclear o los plásticos, que resultan polémicos fuera de los círculos expertos.

La falta de cultura científica anula el pensamiento crítico en favor de la sospecha. Los idiotas sospechan de los intereses –económicos o políticos– de los científicos que divulgan sobre estas materias, porque es más cómodo dudar de la autoridad y llamar a eso "pensamiento crítico", que esforzarse en adquirir conocimientos.