La concesión del indulto a los presos independentistas va a condicionar el resto de la legislatura, pase lo que pase en la mesa de negociación entre el Gobierno central y la Generalitat. Por un lado, Pedro Sánchez ha hecho lo que dijo que no haría. No es algo sorprendente, la verdad, tiene ya una larga trayectoria en el donde dije digo, digo Diego. Desde ese punto de vista, cualquier cosa puede pasar, sobre todo, lo contrario de lo que defiende hoy. Por otra parte, la oposición no le reconoce al Gobierno el derecho, incluso a equivocarse, intentando solucionar los problemas que tiene el país.

El Partido Popular basa su estrategia de oposición en restar legitimidad a cualquier cosa que salga de La Moncloa. Si hay que cuestionar ahora otra vez la victoria electoral del PSOE después del 11M, se hace. Si hay que tachar de ilegal una decisión legal, también. Si hay que sobreactuar pidiendo elecciones cada cinco minutos, por qué no. Si hay que desprestigiar a los empresarios porque no se oponen radicalmente a los indultos, sin problema. ¡A los empresarios, que siempre han encontrado en el PP un aliado por su contribución al crecimiento económico y a la creación de empleo! Hay que arrasar con todo lo que no refuerce las tesis de Pablo Casado.

El líder de los populares ha llegado a decir que la CEOE no representa a nadie y que le parece mal que Sánchez lo pacte todo con los agentes sociales o con las ONG, alegando que no tienen representación parlamentaria. Es decir, que le parece mal que cualquiera llegue a un acuerdo con el PSOE. Casado olvida, además, que también ha habido pactos en el Congreso de los Diputados, aunque se ve que esos no cuentan si no incluyen al PP.

Y qué decir de Ciudadanos, que por la mañana pacta con el PSOE y por la tarde le quiere presentar una moción de censura. Sinceramente, se puede estar en contra de los indultos, se puede discrepar sobre si ese gesto fomenta o no la concordia, se puede también avisar a Sánchez de los riesgos de fiarse de los partidos independentistas, pero no cuestionar la legalidad de todas las cosas que no coinciden con lo que otro piensa. Cuando lleguen las elecciones generales, los ciudadanos ya juzgarán a cada uno de nuestros representantes: al que ha concedido el perdón, a los que lo han recibido y a los que lo critican. En mi opinión, el clima político es, en general, de lo más cansino; también lo de Pablo Casado intentando ser Díaz Ayuso, que al principio era curioso, pero ahora roza el ridículo.