Me lo dijo hace ya casi 30 años un veterano agente de la Unida Orgánica de Policía Judicial de la Guardia Civil: "El choro lleva la mentira en su ADN. Son traidores y, cuando les vienen mal dadas, no conocen ni a su padre". Tomé buena nota.

Trascurridos los años, me viene ahora a la mente esta frase mientras repaso los centenares de folios que conforman el sumario sobre el caso de corrupción policial más flagrante y descarado con el que me he encontrado en los últimos tiempos.

En enero de este año, un traficante de drogas se presentó en las oficinas de Asuntos Internos de los Mossos d´Esquedra en Girona y denunció con pelos y señales a un grupo de agentes de este cuerpo a los que acusaba de narcotráfico. Y sabía bien lo que decía porque el delator, confidente del cabo al frente del grupo de polis-narcos en cuestión, traficaba con ellos.

El cabo de los Mossos y dos agentes han sido detenidos tras nueve meses de sigilosa investigación y el juez de Santa Coloma de Farners (Girona) ha ordenado su ingreso en prisión.

Como "Los Soprano"

El ex confidente y delator explicó cómo y cuándo los acusados sustraían droga de los almacenes policiales (droga decomisada) y, tras falsificar la documentación pertinente, se la entregaban para que éste la vendiese. Los policías corruptos se llevaban el 50 por ciento del beneficio.

En el sumario se observan las imágenes del robo de 80 kilos de marihuana que los imputados sustrajeron de un camión estacionado en el parking de su comisaría y que acababa de ser interceptado por una patrulla en un control de carretera con 160 kilos de esa droga.

El ex confidente-delator, explica que los policías imputados le exigían, además, unos 4.000 euros al mes de fijo. Los agentes, a cambio de esas mordidas, le daban el agua cuando éste estaba en peligro (en el punto de mira de la Guardia Civil o la Policía Nacional) o detenían a otras redes de narcos que le hacían la competencia a su amigo.

Todo ello se hacía con un descaro tremendo, casi increíble, y se prolongó durante varios años.

Y empezó la traición

La relación entre los mossos y este traficante se empezó a quebrar cuando una banda rival le robó 18 kilos de marihuana que previamente el cabo-capo de la trama le había entregado y que probablemente la había sisado de algún decomiso.

El policía se enfadó, dudó de la palabra de su colaborador, y le exigió 45.000 euros por la droga "perdida". El chivato, amedrentado, le pidió ayuda para poder retornarle ese dinero. La ayuda consistía en que la policía debía limpiar de narcotraficantes una determinada zona de la provincia de Girona y, así, con el mercado limpio, el ex confidente-delator, podría tener más mercado a su alcance. Es decir, podía ganar más dinero y así podría satisfacer mejor y más rápido la deuda con el cabo.

Y los mossos así lo hicieron. De forma indiscriminada, detuvieron a los rivales de del narco, quien, sin embargo, aun así, tardaba en devolver la pasta.

Harto de presiones y amenazas por parte de los policías, decidió tirar de la manta. "Para que llore mi madre, que llore la suya", reza en el código de honor no escrito de los delincuentes comunes. Mi amigo guardia civil tenia razón: se ha impuesto la verdad de unos hechos deleznables y punibles, pero eso ha sido posible gracias a un delincuente confeso ( y de momento, paradójicamente, no imputado). Tonto el último. No hay mal que por bien no venga.