Se ha consumado la pérdida de la inocencia de Unidas Podemos con el voto a favor de Enrique Arnaldo. No hay ninguna manera de explicar este voto desde el punto de vista de la moral política, ni siquiera desde la pragmática, algo de lo que soy un firme valedor cuando el logro es mucho más relevante que la pureza de la acción. Pero ni desde ese punto de vista cínico es defendible haber participado en la elección de Enrique Arnaldo. No hay nada que hayan logrado para la mejora de las condiciones de la clase trabajadora ni la ampliación de derechos sociales, el único elemento que hubiera permitido renunciar a la pureza ideológica. A veces es muy sencillo, hay cosas que no están bien.

Me escribía un lector desde México para darme un contrapunto a mi crítica a la elección de Arnaldo por el Congreso: "Una idea muy simple: con el esfuerzo de asumir el desprestigio que supone para la institución, la selección de Arnaldo es un gran movimiento estratégico de los partidos progresistas. Sus posiciones extremadamente conservadoras en múltiples asuntos del interés de la izquierda han sido tan explicitas que su recusación será muy sencilla, con lo que el ala conservadora perderá un voto en esos asuntos... y eso es muy inteligente, ¿no te parece?".

Entiendo el razonamiento. De hecho Carles Puigdemont está ya preparando la recusación de Arnaldo por su "falta de imparcialidad", pero creo que se ignora en este argumento la capacidad de la judicatura española para saltarse su propia ley y administrar una justicia de parte cuando se trata de sus propias responsabilidades. Asumir, todavía hoy, que la judicatura actuará acorde a los principios legales y constitucionales es de una inocencia sorprendente. Arnaldo actuará y decidirá las más de las veces. Que nadie tenga duda de que solo será recusado en algún caso puntual tremendamente escandaloso, e imaginen dónde se pone en España el nivel del escándalo cuando todo lo sabido no ha impedido que sea elegido magistrado.

El Tribunal Constitucional ya está desprestigiado. Lo estaba antes de esta elección. Cada decisión jurídica que toma solo la tienen en cuenta aquellos que tienen la justicia como un elemento más de la política que sirve para disciplinar a independentistas y comunistas. El único modo de actuar en la renovación de los órganos judiciales desde la izquierda es reformarlos de manera radical para que dejen de ser un instrumento de represión burguesa, de clase y reaccionario. No ha pasado ni un mes desde que el Tribunal Supremo condenó a Alberto Rodríguez y ahora Unidas Podemos pretende que participar de manera residual en la renovación del Tribunal Constitucional va a servir para que se los deje de tomar como okupas del poder.

No es fácil entrar en la confrontación de manera frontal con un poder judicial que ha estado dispuesto a dar un golpe a la cabeza del poder legislativo, hay que ser consciente de esas limitaciones. Los Lesmes y Marchenas están echados al monte y están tensando los mecanismos de la democracia para devolver el poder a los que creen que les pertenece por patrimonio. Precisamente porque los órganos judiciales de gobiernos son terreno baldío para la izquierda es preceptivo dejar de participar para legitimarlos y que su descrédito sea de tal magnitud que solo derruir el actual sistema judicial sea percibido como una solución. Lo único aceptable es dejar que arda el Constitucional y asistir como espectador a la destrucción de una institución corrompida por la indignidad. Pero a veces es mucho más fácil que cualquier visión táctica o estratégica, se trata de elegir lo que está bien.