Los diez años de Podemos merecen también una lectura agradecida independiente de los errores del presente. Los comportamientos inadecuados contemporáneos pueden perturbar una corta historia fructífera y que es honesto reconocer. Podemos ha sido la más exitosa expresión de la izquierda en democracia, y pase lo que pase en sus últimos años, lo que trascenderá cuando se estudie esta década será la de una formación refrescante, ilusionante, ambiciosa, que tuvo la capacidad de poner en cuestión el sistema bipartidista, de romper el cepo del relato de la Transición y que provocó que los resortes del Estado tuvieran que chirriar para hacer descarrilar su posibilidad de éxito. Podemos es una historia de éxito, no dejemos que los árboles no nos permitan ver el bosque.

Podemos consiguió politizar a toda una generación que nunca se había interesado por lo común. Logró ilusionar con sus propuestas y su nueva manera de hacer las cosas a miles de personas que hasta su aparición no habían sentido que la política les tocaba en lo más íntimo y, a su vez, encender una soflama de ilusión movilizante a muchos miles de activistas y militantes de diferentes espacios que nunca habían colaborado entre sí para que empujaran colectivamente a través de una herramienta que los vinculaba solidariadamente. Podemos logró que las masas consiguieran emocionarse en colectivo con la posibilidad de cambiar de forma sustancial la vida de los nadie, de mejorar el bienestar y de transformar una democracia errática en un proyecto de país que nos uniera en un proyecto común más humano y justo.

Pablo Iglesias merece un espacio de reconocimiento. El fundador de Podemos fue un líder carismático, un político ambicioso con un carisma ineludible, con una visión y un diagnóstico como no tuvo ningún líder en la izquierda desde Julio Anguita, pero con la ambición suficiente, y el colmillo necesario, para trascender de la política nicho que el maestro cordobés no fue capaz de abandonar. Su influencia, ambición, coraje y transgresión hicieron que tuviera que soportar una virulenta campaña en su contra que iba dirigida al colectivo, a sus ideas, a todos nosotros, pero que tuvo que soportar de manera solidaria. Los ataques y acoso a Pablo Iglesias no fueron por ser él, sino por representar a un colectivo con unas ideas transformadoras y la posibilidad de ganar. Ese desgaste insano es necesario reconocerlo y agradecérselo. Mis respetos.

El partido morado dio a la izquierda la sensación de que podía ganar, se lo hizo creer, sacó al progresismo de la apatía y consiguió trascender de los espacios marginales para aunar a varias generaciones que se habían construido colectivamente desde el fracaso, la marginalidad y la pureza inane hasta elevarlos a una nueva dimensión basada en la autoafirmación de que los valores de la izquierda transformadora no solo eran mejoras, sino que también podían y merecían ganar. Podemos consiguió abrir debates incómodos, ampliar el espectro de lo posible y poner en el foco a colectivos y poderes que habían conseguido mantenerse en la penumbra del poder, mandando, sin ser nunca fiscalizados. Su irrupción puso en el debate público valores y medidas que hubieran sido impensables hasta entonces y que la izquierda había asumido como imposibles en una democracia liberal capitalista. Podemos hizo a la izquierda empoderarse y que se creyera que sus ideas y valores merecían exponerse sin complejos ni miedo.

Diez años después es cierto que Podemos no consiguió de manera concreto mucho de lo que se propuso, pero dejó un legado que cuando las aguas se aclaren valoraremos con mejor perspectiva. El agua ahora está sucia y nos impide ver el fondo, pero cuando se acaben las luchas en el barro todo se valorará y apreciará en su justa medida. Son muchos los errores que Podemos está cometiendo, pocos más críticos que yo, pero Podemos ha tenido un valor trascendental del que aprender y que la izquierda tiene que agradecer. Son diez años desde que se encendió una manera diferente de entender la forma en la que izquierda puede hacer política, y eso, independientemente de que compartas sus ideas es algo que benefició al conjunto de la izquierda poscomunista. A Podemos, desde una izquierda divergente, gracias por estos diez años apasionantes.