En España sabemos que Emiratos Árabes Unidos es un país indecente porque cada vez que Guardiola habla de los presos del procés los nacionalistas españoles recuerdan su cobarde silencio y la hipocresía sobre la situación del país del Golfo al ser preguntado por un periodista por la propiedad del jeque emiratí Mansur bin Zayed Al Nahyan del Manchester City.

Esa manera de definir la monarquía absolutista desaparecía cada vez que el rey Juan Carlos I lo visitaba o cuando se trataba de algún evento deportivo al más alto nivel, pero los que somos muy picajosos nos acordamos de estas cositas y nos dábamos cuenta de que el país es el mismo aunque pareciera diferente en los textos del periodismo patrio. Qué pícaros.

El emérito ha decidido pasar su retiro dorado entre jaimas y odaliscas. En Emiratos Árabes Unidos, una monarquía absoluta federal compuesta por Abu Dabi, Ajmán, Dubái, Fuyara, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayn y no sabemos dónde estará Wally aunque es fácil adivinar que será en el más rico. Porque siempre le han tratado muy bien. En su última visita junto a su amante Corinna Larsen al Gran Premio de Fórmula 1 al que acudió invitado por el jeque saudí recibió de presente dos Ferraris valorados en más de 500.000 euros que las nuevas maneras exigidas tras la cacería en Botsuana hicieron conveniente subastar.

Emiratos Árabes Unidos, según el índice de Democracia de The Economist, ocupa la posición 147 de un total de 167. Es un régimen autoritario que condena a latigazos por adúlteras a mujeres violadas porque considera el embarazo una prueba irrefutable de crimen. Que mantiene encerrados a presos de conciencia como Ahmed Mansour sin posibilidad de recibir asistencia letrada y encarcelado sin cargos por haber escrito contra la familia real. No es mal sitio para acabar si se trata del mayor exponente de la institución feudal en nuestro país. Estos emiratíes sí que saben. Ni prensa ni disidencia, aunque lo de la prensa sí lo tuvo controlado algún tiempo el campechano.

José Antonio Zarzalejos, que es monárquico, pero decente e inteligente, se mostró escandalizado con la elección del destino por parte del emérito consciente del tremendo daño que le hace a la monarquía y que acertó a definir como un desafío a Felipe VI y el gobierno por obligarle a tomar una decisión tan deshonrosa. Acudimos poco al refranero español para mostrar la sabiduría popular, pero no es difícil imaginar a Juan Carlos I, bajándose del jet en Abu Dabi, acudiendo al viejo adagio escatológico de la plebe consciente de lo que le queda en el convento. Y que limpie su hijo.