La inflación es destructora de gobiernos, en ocasiones de democracias, como se demostró en la República de Weimar. No hay debate posible, ni autocrítica por los resultados en Andalucía, ni proyecto político progresista, ni conservador, que pueda sobrevivir a un año y medio con una inflación por encima del 8%. Si la inflación no se reduce, si el gobierno no hace lo único posible en su mano para reducirla, el gobierno acabará en esta legislatura. Ninguna medida paliativa de las consecuencias económicas de la inflación hará sobrevivir a este gobierno, ni reducciones de impuestos, que haría la derecha, ni cheques para mitigar el incremento del coste de la vida ni cualquier otra medida sucedánea. Lo único que puede hacer para sobrevivir es algo tan ambicioso, que no hará. Aunque sepa que es su única salida, aunque sea consciente de que es lo único que funciona. Simplemente el PSOE se dejará morir antes de tomar las medidas que salven a este gobierno, y a su ciudadanía.

En política económica clásica existen dos maneras de contener la inflación y que se basan en detener la espiral inflacionista. Una es la política monetaria, una concesión de soberanía que depende del BCE y que ya ha efectuado con la subida de tipos de interés. La otra es la política fiscal, la subida de impuestos que retenga la capacidad de inversión y consumo. El gobierno solo tiene la posibilidad de realizar esta última. Una reforma fiscal ambiciosa que suba los impuestos de manera muy sustancial a todos aquellos particulares, empresas y fondos que tienen capacidad monetaria para realizar inversiones especulativas que tiran los precios hacia arriba. Además de controlar que los beneficios y márgenes empresariales se corresponden a un incremento de costes y no a subidas artificiales que buscan establecer márgenes más jugosos.

En el año 1942 Franklin Delano Roosevelt constituyó en plena economía de guerra, la misma en la que estamos inmersos ahora, la Oficina de Administración y control de precios. La institución estaba dirigida por John Kenneth Galbraith, el que es actualmente ogro de los economistas liberales. La teoría del economista consiste en que la economía de libre mercado es un mito, una utopía, y que la realidad es que los mercados están controlados por grandes corporaciones que limitan la capacidad del resto de ecosistema económico para poder ejercer en libre concurrencia. Entendiendo que no existe el tan cacareado libre mercado estableció la necesidad de planificar los precios en un momento en el que la guerra distorsionaba de forma aún más radical el establecimiento de la oferta y la demanda y el establecimiento real de los precios. En el año 1951 el economista escribió su libro A Theory of Price Control en el que explicaba las bases de su teoría y cómo logró estabilizar la inflación en un 2% cuando en los momentos en los que comenzó a trabajar estaba en el 11%.

La medida estrella para contener la inflación del ejecutivo es aquella que saben que no funciona. Gonzalo García Andrés, el secretario de Estado de economía, respondía así a la petición del PP de bajar las impuestos: "Bajar los impuestos para combatir la inflación es contraintuitivo y va contra cualquier argumento económico". Tenía razón, así que no le han hecho caso. El gobierno bajó lo impuestos en julio de 2021 para contener la subida del precio de la luz. En aquella ocasión redujo el IVA del 21% a 10%. El precio de la luz se multiplicó por cuatro pasando de 80€ el megavatio hora a más de 300€ el megavatio hora. La bajada de impuestos a la mitad multiplicó por cuatro el precio, cualquier observador externo entendería que no sirvió para demasiado. La experiencia no le ha servido al gobierno y ha vuelto a bajar el IVA del 10% al 5% para seguir incidiendo en el error cuando lo único que se ha demostrado efectivo es el control del precio del gas con la excepción ibérica.

Bajar impuestos y dar ayudas o cheques incrementan la inflación, en realidad el pánico está empujando al gobierno a su destrucción. La única salida es el control de precios y una política fiscal ambiciosa de subida de impuestos a los especuladores y grandes tenedores de capital. Esa es la única salida progresista a la inflación. Así que no ocurrirá. No hay ninguna posibilidad de que el gobierno establezca una política fiscal agresiva, casi confiscatoria, para las grandes fortunas y empresas que pueda combatir la inflación. Eso será la certificación de su entierro. Prefieren morir a entrar en guerra con el poder de las oligarquías y romper de manera radical los dogmas liberales. No miren las encuestas para saber quién gobernará en 2024, atiendan a la curva de la inflación.