Se puede entrevistar al más terrible de los criminales. Se puede, si consigues trasladar a tus lectores la dimensión de su maldad. Es aceptable incluso fracasar en ese cometido pero dejando claro que al menos lo intentaste. Nadie pone en duda la importancia y valor de poder entrevistar a los más miserables criminales si se consigue con ello aportar un documento de valor periodístico, literario o histórico. Pero cuando se convierte en un solo vehículo de difusión del discurso de su crimen es algo que nunca se debió publicar.

La mayoría de los que se escandalizaron con la entrevista a Carlos Navarro, 'El Yoyas', lo hicieron con el periodista, cuando no hay que ser demasiado espabilado para saber que él tan solo hizo lo que su periódico le mandó que hiciera. El escándalo es legítimo, pero como siempre se apuntó al trabajador dejando que los que mandan en la cabecera se fueran de rositas dejando a su asalariado cargar con toda la culpa, la presión, los insultos y las descalificaciones. Todavía hay quien no ve lo perverso de esta dinámica instaurada en redes sociales y, por parte de líderes políticos, que ponen en el disparadero a trabajadores de medios de comunicación mientras dejan prácticamente sin responsabilidad a los que ordenan estas entrevistas y reportajes mandando a sus empleados a la guerra.

La entrevista a 'El Yoyas', que Joaquin Manso mandó hacer a Germán Gonzalez, es inefable desde cualquier punto de vista, incluido el periodístico. El periodista la intentó salvar, con escaso éxito, pero lo intentó, contraponiendo la versión del maltratador a los hechos probados de la sentencia. Los argumentos que se pueden utilizar para justificar entrevistar a un criminal no se dan en ningún caso en la figura de Carlos Navarro. No es una figura de relevancia, su versión no es necesaria para comprender ningún proceso histórico ni caso de relevancia mediática porque su versión ya fue defendida en un juicio y se sentenció que era un maltratador. Su versión solo sirve para dar trascendencia mediática a la palabra de un condenado y revictimizar a su mujer maltratada. En ningún caso es justificable desde el punto de vista periodístico, que sí del sensacionalista. Por eso se publica en una tabloide.

No ha sido la única entrevista difícil de creer que se ha celebrado en los medios de comunicación estos días. Porque la de 'El Yoyas' al menos dejaba claro que se entrevistaba a un maltratador, daba su versión, pero ningún lector se engañaba al leerla, sabía quién era el personaje. Eso no siempre pasa.

Iker Jiménez, el antiguo comunicador del misterio y ahora convertido en gurú de la extrema derecha, dio un paso más en su deriva reaccionaria esta semana. Es difícil ir más allá después de haber dado difusión y veracidad al plan Kalergi en su programa, pero es ambicioso el presentador buscafantasmas. En uno de sus temas fetiche, el nazismo y el oscurantismo, realizó una sección sobre la Ahnenerbe, la 'Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana', y su radicación en España. Para ello llevó al plató a Javier Nicolás presentándolo como experto en el Tercer Reich. En puridad lo era, porque Javier Nicolás ha sido siempre un propagandista nazi. Lo que Iker Jiménez no dijo es que Javier Nicolás es un miembro histórico de CEDADE (Círculo Español de Amigos de Europa), la organización hitleriana más potente que hubo en nuestro país y en la que Javier Nicolás trabajaba como encargado de dirigir la revista de propaganda nazi que la organización tenía para hacer proselitismo. La revista se llamaba CEDADE, propaganda nacionalsocialista, y en el consejo de redacción junto a Javier Nicolás, el experto de Iker Jiménez, estaban Jose Luis Jerez Riesco, que ha sido presidente de la asociación de amigos de Leon Degrelle y que participó en las reuniones clandestinas con el terrorista italiano Stefano Delle Chiae o Erik Norling, un histórico negacionista del holocausto. Un programa de máxima audiencia haciendo de propagandista de uno de los líderes históricos de la mayor organización negacionista y hitleriana de la historia de España sin advertir a los telespectadores de quién se trataba. Nos quedamos sin líneas rojas que traspasar.

Curzio Malaparte entrevistó para su obra Kaputt a uno de los criminales más sanguinarios de la II Segunda Guerra Mundial. Se puede hacer y lo hizo con maestría. El relato de los encuentros del autor italiano con Ante Pavelic, líder de los ustacha croatas, es una de las piezas más importantes del siglo XX para comprender la banalidad del mal. Se puede entrevistar a un criminal, a un genocida, a un líder terrible como Pavelic haciéndolo como se hace en Kaputt. El texto de Malaparte es una muestra excelsa de cómo llevar al lector desde la afabilidad de un personaje educado de rasgos inocentes hasta la más absoluta muestra de su crueldad:

"Mientras hablábamos me fijé en un cesto de mimbre que había sobre el escritorio, a la izquierda del poglavnik. La tapa estaba medio abierta y se veía que el cesto estaba lleno de moluscos, o al menos eso fue lo que me parecieron, y hasta habría jurado que eran ostras sin concha, como las que pueden verse expuestas en grandes tarros en las vitrinas de Fortnum and Mason en Picadilly, en Londres. Casertano me miró y al tiempo que me guiñaba el ojo dijo:

—¡Ya te gustaría a ti una buena sopa de ostras!

—¿Son ostras de Dalmacia? —le pregunté al poglavnik.

Ante Pavelić levantó la tapa del cesto, sacó un puñado de viscosas y gelatinosas ostras, y, lanzándome una de sus sonrisas llenas de bondad y cansancio, dijo:

—Es un regalo de mis fieles ustaše: veinte kilos de ojos humanos."