España es un país especial. Un tipo que sale fotografiado con un narco reconociendo que se fue con él de vacaciones puede ser el próximo presidente de este país. Es muy complicado salir de un entorno hiperprotegido, enfrentarte a la vida real y seguir mostrándose como un hombre centrado. Alberto Nuñez Feijóo lleva muchos años haciendo vida pública y política sin que haya nadie que le confronte con un entorno mediático más próximo al propagandístico del amado líder norcoreano que del de un sistema democrático. Si llevas veinte años leyendo loas sobre tu labor y tu bienhacer de gestión, como un moderado prístino y un político de altura puedes llegar a creértelo a pesar de tener el valor, el conocimiento y los escrúpulos de un ultra provinciano. Pero hay que reconocerle a Feijóo que se le había minusvalorado, es un político indecente capaz de destrozar la posibilidad de un debate racional embarrando el terreno de juego como un canchero porteño. El líder del PP se mostró como un carnicero sin piedad, un político sucio y deshonesto que salió victorioso porque Pedro Sánchez necesitaba una victoria contundente. Feijóo lo sabía y su única intención fue hacer el espacio de diálogo impracticable. Feijóo realizó una glosa a la bajeza política, eso demostró ser el mejor.

Feijóo comenzó el debate al ataque, con firmeza, manipulando datos y mintiendo con estadísticas pero con solvencia a la hora de manejar información, puntos de vista, datos y ataques mientras Pedro Sánchez no acertaba a llevar la iniciativa. Feijóo fue tremendamente efectivo porque solo tenía como objetivo hacer imposible el entendimiento racional de lo que se hablaba en el plató. Pedro Sánchez estaba a la defensiva. Más preocupado por decir que Feijóo mentía que por defender su propia posición. Cuando no llevas la iniciativa has perdido y en el primer bloque no hubo una sola vez en la que el presidente gestionara los tiempos de manera positiva.

En el segundo bloque Feijóo comenzó hablando de sus pactos con Vox diciendo que el PSOE votó con Vox en Murcia incapaz de defender sus pactos con los fascistas. De nuevo su único argumento fue hacer imposible el dialogo y la discusión. Fue en este momento donde el presidente del gobierno se sintió mucho más cómodo dejando arrinconado a Feijóo al asegurar que había claudicado con el machismo. El líder del PP sabía que no tenía nada que hacer así que salió con un recurso efectista y populista que aseguraba el empate del bloque. El presidente ha liberado a violadores. No importa que sea mentira, importaba que funcionara.

Pedro Sánchez se creció hablando de las mentiras de Feijóo. Hubo un momento poderoso, quizás el más efectivo de todo el debate, cuando enunció las mentiras que Alberto Nuñez Feijóo dijo sobre el atentado del 11M en el año 2006 poniendo en duda la autoría islamista azuzando la teoría de la conspiración. En los momentos en los que Feijóo se sentía más incómodo era cuando sacaba los niveles más altos de miseria. Fue precisamente en este bloque donde el líder del PP se atrevió a usar el aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco para acusar al presidente de connivencia con ETA. Pero su ignominia no se quedó apartada, porque no fue capaz de pedir perdón a Consuelo Ordoñez por el uso del infame grito "que te vote Txapote". No lo hizo porque cree que le sirve para ganar las elecciones.

El problema para Pedro Sánchez estaba en el manejo de las expectativas. El presidente necesitaba una victoria incontestable que no era posible cuando el adversario estaba dispuesto a emplear todo el juego sucio posible alcanzando cotas de bajeza difícilmente calificables. Feijóo ha demostrado ser un adversario voraz en política, porque solo alguien sin escrúpulos podría manejar un discurso falaz sin importarle hasta usar la sangre de compañeros asesinados por terrorismo para lograr el poder. Feijóo ganó porque no le importaba mentir de manera flagrante acusando al presidente del archivo de la causa Pegasus cuando la Audiencia Nacional esta misma mañana argumentaba que lo hacía por la falta de colaboración de Israel. Es imposible ganar ante la mentira. Pedro Sánchez minusvaloró a Feijóo creyendo que se ceñiría a unos márgenes de cortesía y humanidad que el líder del PP sobrepasó en cada ocasión que pudo. Feijóo ganó el debate porque se jugó en un campo donde la miseria y la desvergüenza tenían preferencia.