El Tribunal Supremo ha condenado a Alberto Rodríguez a una pena de un mes y 15 días de prisión que sustituye por una multa de 540 euros. Una pena menor, pero es lo de menos, lo que importaba era la condena en sí misma. Un diputado de Podemos, condenado. Ya tenemos titular. En España ya es un hecho que baste para acabar con la presunción de inocencia que un policía te acuse si no le gustan tus pintas. No hacen falta pruebas, solo su palabra. In dubio pro reo, menos si eres de Podemos. Qué mayor indefensión que verse condenado sin ningún tipo de prueba ni indicio más que la palabra de otra persona que puede sentir una profunda animadversión hacia lo que eres y representas. De hecho, ya le conocía, así lo declaró, y no le gustaba.

La prueba para condenarle ha sido que un policía dijo que fue él quien le pegó una patada en la rodilla. El condenado lo negaba. Y no hay más pruebas. Ninguna, no busquen en la sentencia un vídeo con la agresión, otra testifical, nada. Porque no hay nada. Un policía dice que fue él y eso basta para condenarle. Porque los policías no mienten, son seres de luz que no tienen nada en contra de personas que protestan y se manifiestan, nunca jamás se ha visto que exista inquina de algún policía por alguien de izquierdas, o de Podemos, o anarquista, o por alguien que protesta contra un desahucio. Lo que ellos dicen es dogma. Los jueces tienen fe en su palabra. Condenado por la gracia de dios, los jueces y la policía. Aunque se lo haya podido inventar. Porque no hay nada que lo demuestre.

El tribunal que lo ha condenado lo dice así, que el hecho queda probado porque el policía lo ha dicho. El agente dice que el diputado de Podemos fue el que hace 8 años le dio una patada en la rodilla en medio de una algarada que le impide recordar hasta el tiempo que estuvo allí. Así, con la complicidad de varios jueces, le sirve para quitarse de encima a un piojoso comunista. A uno que ya tenía fichado, porque sus compañeros le habían dicho que era habitual de las manifestaciones. Una de las motivaciones de la sentencia era que "la apariencia física del acusado hacen fácil su identificación". Eso, en en el lenguaje de la calle significa que hagas lo que hagas te vas a comer el marrón cuando eres fácilmente reconocible.

Que la simple declaración vaga y sin detalle de un policía sirva para condenar a un diputado adquiere tintes grotescos cuando estamos asistiendo a comportamientos delictivos, corruptos e ilegales por parte de muchos de esos policías que tienen una palabra que los jueces consideran ley divina. De la Kitchen a los narcos. Cabría preguntarse si alguna vez la declaración de alguno de los policías detenidos en la comandancia de Mérida por narcotráfico testificaron en algún juicio contra un ciudadano común, y si eso sirvió para condenarle. Solo sería un policía declarando, con algún juez profesando fe ante su palabra. Aunque ahora sean unos narcos. Puede que en algún lugar de España haya un condenado con la única prueba de la testifical de un narcotraficante con placa. Es ley.