La sentencia apócrifa del Tribunal Supremo contra el Fiscal General del Estado ha sido la explosión pública de una guerra soterrada contra los que ellos consideran que gobiernan sin legitimidad. Ya no se esconden. 'Se han sacado la chorra', como diría un personaje de José Luis Cuerda cuando ya ha llegado el punto de que no es necesario disimular. No voy a escribir hipótesis sobre la razón por la que los Marchena’s boys se dieron prisa para adelantar el fallo al 20N cuando se conmemora la efeméride de los 50 años de la muerte de Francisco Franco. Pero, como es un hecho que fue así, voy a utilizarlo para argumentar mi opinión. Y si no gusta a los togados con tuiter, pues que se dediquen a escribir notas al pie de cada mensaje que escribo. Los periodistas, al contrario que los jueces del Supremo, tenemos que ser honestos con los hechos.

Una de esas juezas con redes sociales -Lady Crocs- pisó el palito comparando la opinión que puede tener un periodista a la hora de valorar una sentencia con el hecho de que se pueda adelantar el sentido de una sentencia viendo cuál es la afinidad ideológica de los jueces. No sé en qué cabeza racional cabe contrargumentar al hecho de que sea posible adivinar sentencias mirando la ideología de los jueces con que sea posible confirmar la ideología de un periodista atendiendo a sus opiniones. Con esas cabezas brillantes nos extrañamos de que en España se sentencien las barbaridades que estamos viendo. No conviene dejarse en evidencia, señoría. Todavía no se han dado cuenta del daño que hacen a la judicatura dejando en evidencia con su presencia en redes sociales que su conciencia e ideología están por encima de la ley como defendía en una conferencia el juez fallador, del Supremo y del Opus, Antonio Del Moral.

No pondré en duda la valía de los jueces del Supremo a la hora de evaluar un caso de asesinato, o de cualquier otro tipo penal despojado de connotación política. Estoy seguro de que en esos casos actuarán basándose de manera escrupulosa en la justicia, la ley y sentenciarán de manera aséptica. Pero lo siento, cuando se trata de procesos penales con connotaciones políticas al más alto nivel, como han sido el juicio del Procés o el del Fiscal General del Estado, opino y afirmo que lo jurídico está mediado por lo ideológico hasta hacer un traje a medida legal de lo que su subjetividad ideológica ha decidido.

Es un hecho que no han sido capaces de eludir sus ideas y valores y abstraerse de ellos para dictar sentencia en contra de lo que tenían prejuzgado. Todas sus decisiones están dictadas por su subjetividad y la presión mediática, política y hasta familiar en la que conviven. Y no es algo raro, es normal, lo sabe todo el mundo. Lo insultante es que haya alguien que se atreva a negarlo atendiendo a lo que todos sabemos, hemos conocido y bajo el peso de las evidencias.

Es normal entender esta manera de proceder atendiendo a la burbuja existencial en la que viven muchos de estos juzgadores. Son una casta que vive con otras reglas y que están acostumbrados a que sus opiniones sean ley, porque son la ley, y la ley y las normas se adaptan a sus intereses en todos los ámbitos de la vida. Es algo que es fácil ver si miramos al caso de la hija fiscal de Antonio Marchena. En el año 2018 se convocaron 35 plazas de fiscal y finalmente se concedieron 36 para incluir a la hija del juez del Supremo. Tal cual. Esas son las reglas para la casta judicial.

El caso, que fue un escándalo en la judicatura por el evidente trato de favor, muestra hasta qué punto esta élite tiene unas normas diferentes a las del resto. Para ellos la ley se escribe en agua mientras para otros está labrada en piedra y ellos la modelan en barro. La hija de Marchena ha sido la única a la que se le ha permitido cambiar la carrera judicial, de jueza a fiscal, la única a la que se le ha respetado el resultado de la oposición de un año para otro tras haber sufrido una enfermedad. La única a la que el CGPJ y el ministerio de Justicia le hicieron ese favor cuando a muchos otros en su mismo caso se les obligó a seguir el proceso normativo previo sin saltárselo. El resto no son hijos de Manuel Marchena.

Entren en la mente de quien tiene esos privilegios. Les va a costar porque no es fácil ponerse en su lugar cuando tienes que cumplir de manera escrupulosa la ley y las normas cívicas. Pero cuando vives con unas normas, leyes y reglamentos al margen de las del populacho te empieza a invadir una sensación de impunidad insuperable que va asociada a una serie de relaciones y capital social que te blindan porque quienes tienen que dirimir el respeto a esas leyes son aquellos que comparten clubes privados, cenas en reservados y charlas en salas de resolución judicial. Los únicos que tienen poder para dirimir si esas reglas especiales para gente como Manuel Marchena y sus amigos de fallo transgreden la ley son esos mismos amigos de fallo.