Uno de los mejores ejemplos es el de los hámsters. Varios estudios apuntan a que la ingesta de sus crías la realizan para controlar la cantidad de leche y alimentos disponible para su supervivencia. Suelen tener de media entre ocho y nueve crías, y se comen dos. Cuando en un laboratorio se añadían más crías, los pequeños roedores comidos aumentaban. Cuando les quitaban, la ingesta no se producía.

Esto nos explica que el canibalismo es una herramienta para asegurarse de que los bebés que ha parido se criaran con los alimentos necesarios para vivir y continuar con la supervivencia de la especie.

La Mabuya, una especie de lagarto, también realiza esta suerte de canibalismo. Se tragan a sus huevos en caso de emergencia cuando otro animal ataca intentando comérselos. Esto también lo hace, en el mundo marino, el Gobi de arena.

El macho es el encargado de cuidar de los huevos en un mismo nido de las numerosas hembras a las que fecunda. Pero, para poder seguir perpetuando su especie reproduciéndose con otras hembras, este necesita que todas las crías hayan eclosionado del huevo, por lo que se come a las que más tardan en hacerlo.

En resumen, la acusación de canibalismo no es del todo cierta cuando su objetivo no es más que permitir la existencia de su propia especie, hecho que no es necesario en los humanos, por lo que lo vemos extraño.