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Los palos, nosotros y la mermelada

La guerra entre Google, Facebook o Amazon por controlar el mundo hace que los usuarios sean las víctimas colaterales

Google, Facebook, Amazon… La ferocidad entre los gigantes de Silicon Valley por lograr monopolios en diferentes sectores no puede sino generar problemas de base en el uso de la tecnología. Y cabe esperar que sean los usuarios quienes paguen las consecuencias.

Mark Zuckerberg se enfrenta a su peor crisis

Facebook Mark Zuckerberg se enfrenta a su peor crisis

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El que la tostada suela caer con fatídica precisión por el lado de la mermelada no solo es un hecho aceptado en base a la experiencia. También hay una explicación física. En los años 90 un estudio de la Aston University, en Reino Unido, determinó que la tostada caída generalmente del lado de la mermelada por la altura de la mesa. No hay detrás ningún catastrofismo natural que la empuje a ello, ni siquiera se trata de la diferencia de peso entre los lados.

Sea como fuere, lo que viene tras el suceso es nuestra mirada de disgusto a esa rebanada de pan desnudo desplomado panza abajo. En el sector tecnológico, lo que viene cuando se cae la tostada por el lado de la mermelada es lo que ha ocurrido tras los escándalos por las fake news, las manipulaciones en contextos electorales o las violaciones de privacidad masivas. Las compañías tecnológicas enmiendan la plana, obligadas por los gobiernos y por la presión social. Se dictan normas, se denuncian situaciones y se exhibe voluntad para corregir errores.

Son en muchas ocasiones errores de base, de formación del producto. Tal vez a Facebook o a Google les pillaran las fake news con el pie cambiado. Pero ambas compañías sabían que habían puesto en manos de los usuarios, de cualquiera de ellos, unas herramientas que les permitían llegar a miles y hasta millones de otros usuarios. Cuanta más interactividad mejor, cuanto más movimiento tenga la plataforma, más tiempo pasen los usuarios en ella, más búsquedas, más clics. Todo suma y todo es bueno. Y el diseño del buscador de Google o del timeline de Facebook se ha trazado con esta filosofía en mente.

Ya dijo Sean Parker, conocido por cofundar Napster y ayudar a Zuckerberg en sus primeros tiempos, que Facebook se había concebido para crear adicción en los usuarios. Y se hizo muy conscientemente. No todos los males de Facebook se pueden achacar a este diseño del que hablaba Parker, pero desde luego cuando algo se construye con pies de barro, cualquier golpe porrazo es susceptible de hacer estragos.

Y lo que viene ahora en el sector tecnológico son porrazos. Los gigantes de Silicon Valley han alcanzado topes de crecimiento en sus negocios tradicionales y buscan nuevas oportunidades para seguir engordando. El choque entre muchos de ellos es inevitable. Amazon quiere entrar en publicidad online, un pastel que se reparten Google y Facebook, que a su vez, sobre todo la primera, aspira a llevarse parte de los réditos del comercio electrónico. Estos tres también han lanzado asistentes de inteligencia artificial para el hogar y también los tres quieren acercar Internet a las zonas más desfavorecidas, en previsión de ganar usuarios fieles.

En el vídeo andan metidos Google, Amazon y Facebook, pero también Apple o Netflix. Los coches autónomos se los pelearán entre los fabricantes de automoción y Google, Uber, Tesla o Apple. Las entregas con drones sientan rivalidad entre Amazon y Google.

Es una pelea feroz, donde los choques entre compañías serán constantes y decidirán quién se lleva la primacía en según qué sectores. En el camino por llegar antes y llegar mejor, estos gigantes arramplarán con lo que puedan y con lo que se les permita. Habrá abusos, en privacidad, en garantías de seguridad y en problemas como la adicción tecnológica que ya se empieza a constatar, pero parece que a Silicon Valley le es más rentable correr y apechugar con las consecuencias si atropella hacer las cosas bien para evitar los atropellos. Más vale pedir perdón que pedir permiso.

Las mesas se han construido a una determinada altura y cuando caen las tostadas caen sobre la mermelada. Costó hasta los años 90 resolver este enigma existencial, pero seguro que a las compañías de Silicon Valley no les costaría tanto saber qué se ha hecho mal para que hayan aparecido toda una serie de problemas asociados al uso de la tecnología. Sin embargo, no parece que las mesas se vayan a construir a otra altura, porque total, la tostada no suele caerse. Aunque cuando lo haga todos la miremos con disgusto.

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