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SELECCIÓN GENÉTICA

Zanahorias moradas, plátanos amargos y sandías sin agua: así hemos moldeado el campo

Las frutas y verduras más habituales de nuestra despensa en realidad no existen en la naturaleza. Los humanos las hemos ‘fabricado’

Banana salvaje

Bwindi Researchers Banana salvaje

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Hubo un tiempo en que los tomates sabían a tomates. Seguro que si vives en una ciudad habrás escuchado esa frase, o alguna similar. La mayor parte de los tomates que comemos, al menos si compramos en supermercados y similares, tienen poco o ningún sabor. La experiencia cambia si vas a un pequeño huerto natural, coges un tomate y te lo comes.

Claro, que si no lo has limpiado antes es posible que pases unos inolvidables días en el baño (con suerte) a causa de los pesticidas más o menos respetuosos con el entorno con los que tratamos nuestra producción hortofrutícola desde hace décadas. Superado el trance te darás cuenta que, además del sabor, hay otro detalle importante: no será un tomate perfecto.

Lo que ves en las estanterías de los supermercados son frutas y verduras fabricadas: cultivadas de forma intensiva, maximizando la producción y la apariencia y, en muchos casos, sacrificando el sabor. Porque, ¿quién va a coger una manzana con marcas pudiendo coger una de esas sonrojadas, brillantes y apetecibles que lucen perfectas gracias a una laca que se les aplica?

En realidad todo lo anterior es parte de algo que empezó mucho antes de la economía de escala. Los humanos llevamos mucho tiempo 'fabricando' lo que comemos, y además a muchas escalas. Lo hacemos al elegir unas variedades u otras, por ejemplo, seleccionando las semillas que se cultivan y las que no para consumo.

El caso paradigmático es el de los plátanos, por ejemplo. Hasta los años '60 los plátanos que se consumían eran Gros Michel, más grandes y dulces que los que comemos ahora. La irrupción de un patógeno que hizo que miles de cultivos se echaran a perder hizo que la industria dejara de plantarlas por ser económicamente menos sostenible y apostaran por otra clase, la Cavendish, que es la que ahora consumes, más pequeña y con menos sabor.

Aquí un señor saborea un Gros Michel

En realidad, lo que consumes como plátano es una planta estéril: ¿no te has fijado nunca en que no tiene semillas apenas? Las hay, sí, pero corruptas y estériles. No quiere decir eso que las otras especies hayan desaparecido, sino que sencillamente no se plantan para consumirlas.

Así las cosas, ante la preocupación por que la historia se repitiera y una plaga hiciera que la producción masiva de una única especie pusiera en riesgo toda la especie, la ciencia entró al terreno de juego. Ahora el plátano de consumo está prácticamente fabricado en los laboratorios, apoyado por la industria para hacerlas eficientes frente a los patógenos y baratas de producir.

Este vídeo (en inglés) lo explica de forma rápida

En cualquier caso, más allá de lo que se 'toquitee' la estructura genética de un plátano, hay algunas especies que no son aptas para consumo. Como muestra, la imagen que encabeza el artículo

No es la única cosa que comemos que ha cambiado ¿Te has fijado que se comercializan ya con éxito las sandías sin pepitas? ¿Y te has planteado alguna vez cómo puede ser posible tal cosa? Exacto, la genética.

En realidad la sandía ha ido sufriendo un trabajo de transformación mucho más prolongado, primero basado en la selección de especies. Como recogía este artículo de Vox de hace algún tiempo, las pinturas de bodegones renacentistas muestran sandías muy diferentes a las actuales: mucho menos carnosas y con pepitas más grandes.

Aunque por ahí hay quien atribuye eso a la falta de agua, en realidad se debe a que las sandías eran así (y aún las hay así). Pero, de nuevo, no son las que se consumen

Hay más: las zanahorias no son naranjas. Bueno, ahora sí, pero en origen eran moradas. En realidad, eran de varios colores, incluso negras, según cuentan en Green Prophet, pero la selección de cruces de zanahorias rojas y amarillas dio como resultado el característico tono naranja que conocemos... y que debemos a unos agricultores holandeses que en el siglo XVI querían homenajear a su casa real. Tan triste como suena

Y hasta aquí algunos ejemplos basados en selección de semillas o cruces, o intervención genética. El apartado de 'qué sería de los campos sin químicos que los protegieran de las plagas' lo dejamos para otro momento

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