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SE CRÍA EN LOS GATOS, SE CONTAGIA A TODOS

El parásito que provoca comportamientos suicidas en animales

Un estudio en chimpancés demuestra que pierden el sentido del riesgo ante señales depredadores si están contaminados por este parásito. Es algo que ya se observó en ratones.

Un chimpancé bebiendo agua

Un chimpancé bebiendo agua tambako en Flickr bajo licencia CC

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El 'toxoplasma gondii' es un parásito que puede circular por un montón de animales de sangre caliente, incluyendo los seres humanos, pero que solamente puede reproducirse asexualmente dentro del cuerpo de un gato. Es todo un autoestopista de la vida que necesita pasar por varios moteles de carretera hasta llegar a su destino final.

Esta criatura microscópica ha sido analizada durante décadas por su habilidad por cambiar el comportamiento de algunos animales como ratones. Se sospechaba que podría afectar también a los humanos cuando estos son infectados, pero hasta ahora no se había estado tan cerca de demostrarlo.

Una investigación publicada en 'Current Biology' sostiene que los chimpancés, primos cercanos nuestros, se sienten más atraídos por el olor del orín de los leopardos, sus principales depredadores en su hábitat natural, por su culpa. Y, ojo, esto podría extrapolarse también a nosotros.

Un estudio previo publicado en el año 2000 mostró que el 'Toxoplasma gondii' fue capaz de cambiar el comportamiento de ratones para que, una vez infectados, perdieran su miedo natural a la orina de gato. Toda una manipulación parasitaria que daría al traste con cualquier aventura de Tom y Jerry, empujando a los roedores a tener un comportamiento suicida ante el rastro de su cazador potencial.

Que nuestros parientes vivos más cercanos, que albergan un miedo natural a estos grandes felinos, se vean afectados por el parásito aviva las teorías más polémicas respecto a su efecto en el 'homo sapiens'. Pero comencemos por los datos empíricos...

Las pruebas se llevaron a cabo en Gabón en 33 monos, de los cuales 9 fueron infectados. A todos se les puso en contacto con orina humana, de leopardo, de tigre y de león. Todo a sabiendas de que el leopardo no reside en su hábitat y que los dos últimos no constituyen amenazas en los bosques con climas ecuatoriales en los que suelen habitar estos chimpancés.

Después de esto observaron su comportamiento. Los animales no infectados evitaron la gran mayoría de las muestras de orina del leopardo, mientras que sus homólogos afectados se acercaron intrigados por el olor. Y lo hacían recreándose, como si la conexión neuronal que daría la señal de alarma al cerebro se hubiera cortado o como si hubieran perdido su aversión innata hacia el felino. Este cambio en el comportamiento no se observó sin embargo cuando fueron expuestos al olor de las micciones de leones y tigres.

Los autores del estudio creen que la diferencia en la reacción está claramente conectada con la relación depredador-presa entre el chimpancé y el leopardo.

El resultado apoya la hipótesis de que los cambios asociados por la infección son los restos de una antigua manipulación parasitaria. Uno de los autores del estudio afirma a 'The Independent' que puede ser “un legado ancestral de nuestro pasado evolutivo”. Una época en la que todavía éramos presas potenciales de los grandes felinos, según cuentan desde el Centre d'Écologie Fonctionnelle et Évolutive (CNRS) de la Universidad de Montpellier, centro de donde provienen los científicos autores del estudio.

También está en nosotros

Este parásito se encuentra en multitud de personas, transmitido a través de los gatos domésticos, y es asintomático, exceptuando algunos casos de mujeres embarazadas (por el riesgo de toxoplasmosis).

El diario británico recoge estudios previos que afirman que el 'toxoplasma gondii' puede provocar quistes en la amígdala, la región del cerebro que controla el miedo. Incluso hay algunos que lo entroncan con la pérdida de tiempo de reacción y el sentido del riesgo, llegándole a relacionar con enfermedades psíquicas.

De todas formas, estos estudios han sido puestos en duda en muchas ocasiones y, por el momento, tenemos que quedarnos únicamente con los cambios provocados en los chimpancés.

Queda mucho por analizar en la relación con los seres humanos. No sólo si el parásito es capaz de inducir cambios comportamentales en sus anfritriones, un proceso observado raramente en mamíferos, sino que también hay que estudiar los mecanismos biológicos que provocan que puedan pasar por tantos huéspedes intermediarios pero solamente puedan acabar reproduciéndose en el cuerpo de los felinos.

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