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GRANDES HAZAÑAS BAJO EL MAR

Cefalópodos tan listos como perros

Los pulpos y otros cefalópodos tienen fama de ser bichos listos, con una inteligencia “comparable a la de un perro” ¿Se trata de una leyenda urbana? Repasamos algunas de sus hazañas comprobadas experimentalmente para que valores por ti mismo.

Pulpos: los más listos de clase

Pulpos: los más listos de clase Wikicommons

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Cuando hablamos de inteligencia y de cómo evaluarla en animales, los sujetos de experimentación que se nos vienen a la cabeza son probablemente otros mamíferos: chimpancés que usan herramientas, ratones en laberintos y delfines que son capaces de seguir instrucciones concretas convirtiéndolas en un espectáculo ¿Cabe alguna duda de que nada puede hacer sombra al complejo cerebro de los mamíferos? Si nos ponemos a hacer una búsqueda de qué otras “inteligencias alternativas” nos ha dado la evolución, enseguida nos toparemos con los cefalópodos.

Los cefalópodos son un linaje de moluscos que incluye unas 800 especies de pulpos, calamares, sepias y otros fascinantes animales marinos caracterizados por sus tentáculos. Como modelo de estudio etológico no podrían ser más interesantes, ya que su forma de vida es muy distinta a la de los mamíferos y por lo tanto constituyen un enfoque totalmente independiente.

Por ejemplo, el sistema nervioso de los cefalópodos funciona de forma distinta al de los vertebrados: la mayor parte de las neuronas están fuera del cerebro, especialmente concentradas en los tentáculos, donde se acumulan las mayores capacidades motoras y sensoriales de estos animales y donde recae una parte vital de su interacción con el entorno. Sin embargo, al margen de estas diferencias, comparten con los mamíferos algunas características que quizá expliquen que se hayan adoptado el mismo tipo de patrones.

Los pulpos son animales eminentemente visuales. De hecho sus ojos son de una complejidad iniguada en el mundo invertebrado y con un funcionamiento muy similar a nuestros propios globos oculares. Para los pulpos la imagen es importante, y no sólo para encontrar alimento o escondite sino por su conocida capacidad de cambiar de color en función de su “estado de ánimo”: su piel se convierte así en una herramienta de comunicación. Otro elemento que puede explicar la exigencia de un sistema nervioso muy complejo es que su vida diaria precisa de ciertas dosis de creatividad resolviendo situaciones complejas: los pulpos aprenden distintas maneras de abrir las conchas de los bivalvos en función del tipo que sea o de su resistencia.


Confundiéndose con su entorno cambiando de color

Entre los muchos experimentos de aprendizaje que se han hecho con pulpos, podemos empezar por que son capaces de responder a estímulos sencillos tras un condicionamiento pavloviano clásico. Lo que resulta aún más interesante es su capacidad de aprender por observación: puestos en dos acuarios contiguos, un pulpo reproduce un comportamiento con más éxito si ha podido presenciar el condicionamiento de un compañero.

En cuanto a destreza motriz, es muy habitual que los pulpos en cautividad aprendan a abrir frascos de vidrio con tapa de rosca en los que se ha colocado un cebo. El pulpo detecta a su presa y practica con el bote hasta que lo abre. El tiempo que le cuesta solucionar el rompecabezas se reduce con la práctica, lo que indica que recuerda el problema y lo soluciona con mayor eficiencia.

Vídeo: Pulpo abriendo un frasco para conseguir su cena. Leed los comentarios de su cuidador sobre la inteligencia de este individuo en concreto aquí.

Menos conocida es la capacidad que tienen los pulpos de “jugar” cuando se aburren. Tras pasar un periodo de tiempo en un acuario vacío sin ningún estímulo, se colocan objetos flotantes y los pulpos acaban disparando agua contra ellos a través de su sifón, dirigiéndolos a la salida del filtro del acuario, cuyo chorro se lo devolvía una y otra vez en un comportamiento que no parecía tener ningún propósito más allá de pasar el tiempo.

Los cuidadores de pulpos a menudo coinciden en reconocer cada animal individualmente por su carácter. Se han hecho estudios de comportamiento en los que se recogían sistemáticamente respuestas a reacciones sencillas y sí que han parecido demostrar que hay una correlación estadísticamente significativa en distintos tipos de reacciones. Así, tendríamos pulpos más miedosos, más juguetones o más agresivos.

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Pulpo tomando las de Villadiego (Fuente: Albert Kok)

En lo que a las pruebas típicas de inteligencia se refiere, los pulpos parecen pinchar en el clásico test del espejo. Cuando se prueba con primates, el objetivo es intentar discernir si el sujeto es capaz de reconocerse en su propia imagen. Los pulpos parecen tener un interés moderado en la pinta que tienen, sin embargo esto puede explicarse por un detalle importante: la mayoría de ellos son animales solitarios que interactúan poco con sus congéneres. Cuando el test del espejo se probó con cefalópodos sociales, como los calamares, los resultados fueron muy distintos: los calamares se sienten intensamente atraídos por su propia imagen, se miran y se palpan durante un tiempo mayor del que hacen los pulpo, más aún si se les tiñe una marca en una zona que les resulte visible en su reflejo.

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Calamares mirándose al espejo (Fuente: Ikeda 2009)

Los cefalópodos son una fuente inagotable de fascinación, y no faltan incluso biólogos que han sugerido indicios de consciencia en ellos. Quizá una circunstancia que hoy por hoy limita en gran parte las capacidades que pueden adquirir son sus vidas relativamente cortas y la ausencia de “cultura” en el sentido biológico: la transmisión de conocimientos de una generación a otra (algo que sí hacen tanto cetáceos como primates).

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