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SERES QUE VIAJAN MILES DE KILÓMETROS

Autoestopistas del océano y la atmósfera

Plantas e insectos son capaces de moverse por el mundo viajando como polizones de las corrientes marítimas y aéreas.

Diente de león

Diente de león Wikimedia Commons

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El 10 de enero de 1992 una violenta tormenta en el Océano Pacífico hizo que un carguero comercial que se dirigía a Tacoma desde Hong Kong perdiese varios contenedores liberando su carga al océano: unos 29.000 juguetes de plástico.

Esta anécdota es bien conocida porque supo ser aprovechada por un equipo de oceanógrafos para aprender detalles sobre las corrientes marinas. Los juguetes flotantes fueron utilizados como sondas, y su recuperación, incluso años después del accidente, en costas tan lejanas como el Mar del Norte o el oeste de Chile, permitió confirmar y ampliar con detalle nuestro conocimiento sobre la dinámica de las masas de agua oceánicas.

El famoso naufragio de los patitos de goma tuvo lugar cerca de la línea del cambio de fecha, en el Pacífico norte, pero se encontraron en lugares muy remotos incluso más de una década después

Este acontecimiento fortuito también sirve para ilustrar el inmenso potencial dispersivo que puede ejercer el océano. Una única liberación de objetos (u organismos) capaces de ser arrastrados por la corriente puede, potencialmente, colonizar las costas incluso de otros continentes.

Aprovechar este mecanismo de dispersión a larga distancia puede ser muy beneficioso para una especie en términos de incrementar su descendencia, por lo que no debe extrañarnos que en numerosas ocasiones todo tipo de organismos marinos generen estructuras dispersivas (huevos, larvas, esporas...) capaces de dejarse llevar por estas corrientes con facilidad.

Uno de los ejemplos más conocidos de una corriente marina jugando un papel relevante en la dispersión de organismos juveniles la podemos encontrar en el caso de la anguila europea. Las anguilas adultas regresan al océano y se aparean en el Mar de los Sargazos llegado el momento de la reproducción. Los alevines recién nacidos irán viajando con la Corriente del Golfo de regreso a Europa en un proceso que lleva aproximadamente tres años para recorrer 6.000 km.

La metamorfosis y regreso de las angulas a las costas europeas tiene lugar a lomos de la Corriente del Golfo. Las áreas coloreadas indican el tamaño de las angulas en distintos momentos del recorrido

Por supuesto, las plantas también se aprovechan de las masas de agua en movimiento, con algunos ejemplos tan magníficos como el de los cocoteros. La estructura de los cocos (los frutos del cocotero), ligera y resistente, es una adaptación perfecta para dejarse llevar por las corrientes marinas y colonizar las playas más remotas.

Se piensa que los cocoteros son originarios del Archipiélago Indomalayo, pero por sus propiedades nutritivas ha sido cultivado por el ser humano en todos los trópicos. El ser humano explica en gran parte la distribución moderna de los cocoteros, no obstante existen indicios de que habrían llegado de forma espontánea a las costas americanas del Pacífico ya en tiempos precolombinos.

Lejos de ser el único caso conocido, muchas otras plantas cuyas semillas son capaces de dejarse llevar por corrientes marinas están presentes en regiones tropicales de distintos continentes, como ocurre con la batatilla de playa, una convolvulácea que resiste los terrenos arenosos marinos y cuyas semillas sobreviven a la prolongada inmersión en agua marina que justifica su presencia en todas las costas tropicales.

Batatilla de playa, o Ipomoea pes-caprae, una planta ampliamente presente en las costas tropicales

No sólo por el mar, también por el aire

Todo lo dicho para las corrientes marinas puede repetirse en el caso de las corrientes atmosféricas. Tanto semillas como esporas o granos de polen de plantas como diminutos invertebrados pueden, potencialmente, dispersarse por el viento si son lo suficientemente pequeños y ligeros. Seguro que se nos vienen a memoria las semillas del diente de león, especialmente preparadas para que se las lleve el viento, pero si estamos pensando en un viaje atmosférico de dimensiones épicas, transcontinentales, no nos bastará con ser ligero: las capas altas de la troposfera están expuestas a unos niveles de radiación muy elevados, que hacen difícil la supervivencia de organismos vivos.

Ciertas formas de resistencia de muchas plantas y hongos, como las esporas, son capaces de sobrevivir sin estar metabólicamente activas durante largos periodos de tiempo. Hace ya varias décadas se demostró que muchas de estas esporas eran capaces de germinar después de haber sido expuestas a las altas radiaciones y cambios de temperatura extremos de la alta troposfera (el experimento se llevó a cabo sometiendo a distintos tipos de esporas a esas condiciones trasportándolas en la cubierta de un vuelo transatlántico comercial).

La presencia de algunas plantas formadoras de esporas -como los musgos- en poblaciones muy separadas unas de otras aunque disfrutando de un clima similar podría explicarse precisamente por una dispersión eficaz de dichas esporas mediante dichas corrientes atmosféricas.

El potencial incomparable de dispersión mediante corrientes oceánicas o atmosféricas se ve especialmente destacado si pensamos en que tiene lugar constantemente. A primera vista puede parecernos muy improbable que una semilla de una planta se mantenga viva después de un viaje de miles de kilómetros. Por seguir con historias de naufragios, sería como escribir una carta y meterla en una botella para lanzarla al mar con esperanzas de que llegue a su destinatario.

Sin embargo, la dispersión a larga distancia no tiene por qué tratarse de un suceso único. Miles y millones de semillas dispersadas a lo largo del tiempo geológico acaban haciendo plausible lo que en un caso particular podría parecer una remotísima posibilidad.

Mariposa monarca, un insecto americano recién llegado al viejo continente

No hay que olvidar que la dispersión en sí misma no es suficiente para garantizar la colonización. Posiblemente la mayor parte de las dispersiones transcontinentales fracasen estrepitosamente si el hábitat de destino no cumple ciertos requisitos que garanticen la supervivencia del organismos transportado.

Si nos fijamos en la mariposa monarca, la que protagoniza espectaculares migraciones masivas a lo largo del continente americano, podemos encontrar un buen ejemplo. Sin duda las mariposas monarcas son resistentes a los vientos y los embates de las corrientes de aire, y son a su vez ligeras y fácilmente desplazables. Con toda seguridad, una continua “lluvia” de monarcas alejadas de su ruta de migración habitual ha llegado a Europa de forma regular desde tiempos remotos, pero, ¿qué futuro les podría esperar allí si no pueden reproducirse?

Las plantas nutricias de las orugas de monarca no forman parte, en principio, de la flora europea, por lo que incluso si una pareja fértil de mariposas se encontrase por casualidad tras sendos naufragios poco podrían hacer sus descendientes salvo morirse de hambre. Por ello, los avistamientos esporádicos (relativamente frecuentes en Canarias, e incluso documentados en las Islas Británicas) se podrían interpretar como simples anécdotas zoológicas sin mucho futuro.

Sin embargo, ha bastado que especies emparentadas con la planta nutricia se hayan naturalizado en el sur de España para que la colonización de las monarcas haya tenido lugar: desde el primer registro documentado de la especie en la provincia de Cádiz ocurriese a mediados del siglo XX, hoy son ya varias la poblaciones que completan su ciclo vital en el sur de España. Una curiosa demostración de la efectividad de los sucesos improbables cuando se dan las circunstancias adecuadas.

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