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LOS SESGOS COGNITIVOS EXPLICAN FALLOS EN NUESTRA PERCEPCIÓN

¿Por qué tu hijo es el más guapo del mundo? (para ti)

No, tu hijo no es el más guapo del mundo y hay una explicación psicológica para ello. Los sesgos cognitivos hacen que erremos más de lo que pensamos.

Imagen IRM de un escáner cerebral

Imagen IRM de un escáner cerebral ESA

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Aunque te parezca mentira, el partido político al que votas no tiene tanta razón como crees. Ni tu hijo es el más guapo del mundo. De hecho (y te juro que siento ser yo quien te dé esta noticia), es posible que ni siquiera esté entre los más guapos. Por supuesto, tú lo crees así y, ¿sabes qué?, hay una explicación psicológica para ello.

Los sesgos cognitivos son fallos en nuestra capacidad de razonar errores. La parte buena es que son comunes a todos (consuelo de tontos), y la mala es que estos sesgos provocan que tomemos decisiones erróneas e irracionales continuamente.

Es la naturaleza humana, y no hay mucho que podamos hacer al respecto. No obstante, conocer algunos de estos sesgos puede ayudar a no tomarnos demasiado en serio y a asumir que nuestra visión del mundo ni es 'normal', ni única ni 'correcta'.

Hay sesgos de varios tipos

Sesgo de confirmación

¿Tienes Twitter? Si es así, haz un ejercicio. Echa un ojo a la lista de personas a las que sigues y calcula qué porcentaje comulga contigo en cuestiones políticas y/o preferencias culturales gustos.

La mayoría, ¿verdad? Vaya. ¿Y no crees que sería más enriquecedor seguir también a gente que no piensa como tú? Después de todo, ¿no es más probable que aprendas algo de personas con las que disientes?

No te angusties, no es un problema tuyo: (casi) todos nos comportamos así. Tendemos a tomar en consideración aquellas opiniones que reafirman las nuestras y a anular o minimizar la influencia de aquellas con las que discrepamos. Tenlo en cuenta cuando te enfrasques en una acalorada discusión política.

Sesgo de negatividad

Cualquier tiempo pasado fue mejor, ¿verdad? Bueno, pues no. ¿O acaso nuestra generación vive peor que la de nuestros abuelos?

No es raro oír que la juventud de ahora no es como la de antes (en el mal sentido), que las naranjas cada vez saben menos a naranja, que las películas cada vez son menos imaginativas y los políticos cada vez peores. "La nostalgia ya no es lo que era", escribió Peter de Vries. Pero lo cierto es que cada vez vivimos más y cada vez mejor (y no sólo en el mundo desarrollado, por cierto).

Malas noticias para los optimistas: los humanos tendemos a darle más relevancia a las malas noticias que a las buenas… lo cual no impide que, en efecto, las naranjas cada vez sepan menos a naranja (pero esa es otra cuestión).

Sesgo de intragrupo

Dice un viejo y estúpido axioma que el mal siempre viene de fuera. Piensa en nuestro aquí y en nuestro ahora. No es difícil dejarse arrastrar por esa tendencia que culpa de todos nuestro males a Europa y, más concretamente a Alemania, y más concretamente a Angela Merkel.

En realidad no es difícil dejarse arrastrar por cualquier opinión mayoritaria, la disidencia no está en nuestra naturaleza. Eso lo saben perfectamente todas las madres, ¿o acaso si tus amigos saltan por una ventana tú vas detrás?

Sesgo del statu quo

Me contaba un amigo que una vez cometió un error terrible con su suegro. Estando de vacaciones en el pueblo de su mujer, mi amigo se levantó una mañana muy temprano y, tras tomar el café, sin nada mejor que hacer, fue a comprar el periódico. Al llegar al quisco, que estaba bastante lejos de la casa, pensó: ya que estoy aquí podría comprar el periódico a mi suegro, así le ahorro el largo paseo. Error.

Cuando, al levantarse, el señor vio el periódico sobre la mesa de la cocina, se quedó patidifuso. "¿Es el de hoy?", preguntó desconcertado. Mi amigo le dijo que sí, que lo había comprado él, un detalle, de nada. Su suegro, todavía pálido, le espetó: "y ahora… ¿qué hago yo esta mañana?"

Moraleja: a los humanos nos gustan las cosas tal y como están. Nuestra naturaleza aborrece los cambios porque, de alguna manera subconsciente, tememos que sean a peor. Tenlo en cuenta si algún día decides hacerle un favor a tu suegro sin preguntarle antes.

El sesgo de proyección

Cuenta Paul Auster que, revisando viejos papeles, se topó con una inquietante frase escrita por una versión más joven de sí mismo. Decía: "el mundo está en mi cabeza, mi cuerpo está en el mundo".

A los humanos nos cuesta concebir que el resto de la gente pueda tener ideas distintas a la nuestras. Que otras personas puedan entender el mundo y la vida de manera sustancialmente diferente a nosotros. Pero lo hacen, claro. Este sesgo es el responsable de que (casi) todos nos consideramos normales cuando, es obvio, la normalidad no existe (al menos, no en este sentido).

En resumen: seguro que tu hijo es guapísimo… aunque quizá no todo el mundo esté de acuerdo. ¿Pero a quién le importa? Después de todo, el mundo está en tu cabeza.

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