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¿PARA QUÉ SIRVE LA GLÁNDULA PINEAL?

Mitos y verdades del tercer ojo

Es una frecuente fuente de confusión entre religión, anatomía y pseudociencia

Mito del tercer ojo

Mito del tercer ojo Justin Bonnet

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Desde las representaciones del dios Shiva en la iconografía hinduista hasta Tenshinhan en 'Dragon Ball', a todos nos resultan reconocibles las representaciones de rostros humanos con un tercer ojo en la frente. La presencia de este órgano es habitual no sólo en el hinduismo, sino también en el taoísmo o en movimientos místicos como la teosofía, y siempre suele simbolizar la iluminación, un estado superior de la consciencia e incluso la capacidad de “ver” el futuro.

En internet no te costará toparte con multitud de páginas New Age que te darán consejos para que “abras” ese tercer ojo y puedas acceder a ese estado de iluminación, mezclando a veces conceptos anatómicos y científicos para darle mayor credibilidad, y generando bastante confusión ¿Qué podemos decir en realidad desde una perspectiva científica?

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Shiva suele estar representado con un conspicuo tercer ojo. Fuente: Jean-Pierre Dalbéra (Creative Commons)

Lo cierto es que existen algunos vertebrados que poseen un diminuto tercer ojo en el centro del cráneo, a menudo denominado ojo parietal, generalmente cubierto de piel y difícil de detectar, pero real y para nada místico. Algunos ejemplos bien conocidos de animales con ojo parietal incluyen al tuatara, el curioso lagarto neozelandés, único representante de un linaje casi extinto de reptiles, o las lampreas, que al igual que los vertebrados más primitivos, carecen de mandíbulas.

La fama de “fósiles vivientes” de estos dos ejemplos a menudo ha hecho pensar que el ojo parietal está relacionado con animales prehistóricos, pero muchos otros vertebrados, como la rana toro, o ciertas especies de lagartos, también muestran ojo parietal.

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Cabeza de un anolis en la que se destaca el ojo parietal (en el rectángulo amarillo). Fuente: TheAlphaWolf (Creative Commons)

El ojo parietal no sirve realmente para ver, pero sí que es capaz de percibir la luz, y por lo tanto detectar si es de día o de noche. Hoy sabemos que estos órganos diminutos se conectan directamente con la glándula pineal, un área del cerebro de los vertebrados encargada de producir la melatonina, hormona capaz de regular los ritmos circadianos. Por lo tanto, el ojo parietal es una ventana que le sirve al cerebro de estos animales para saber si es de día o de noche y regular de forma acorde la actividad del organismo y los ciclos de sueño.

Nosotros también tenemos glándula pineal y regulamos nuestros ciclos circadianos mediante la melatonina. De hecho, si padecéis de insomnio, quizá sepáis que la melatonina se puede adquirir en farmacias, y que es muy eficaz para ayudar a regular el sueño cuando lo necesitamos. Sin embargo, a diferencia de los animales mencionados, no tenemos ni rastro de ojo parietal.

En los mamíferos (y más aún en el ser humano, cuyo desarrollo de la corteza cerebral cubre totalmente las partes más primitivas del cerebro), la glándula pineal se encuentra en la parte dorsal del dielencéfalo, es decir, casi en lo más profundo del cráneo, y muy alejado de cualquier fuente de luz.

Curiosamente, si tuviésemos ojo parietal debería estar (como su propio nombre indica) entre los dos huesos parietales, en lo más alto de la cabeza, o incluso casi en la nuca, pero no donde lo ilustran las religiones asiáticas.

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Ubicación de la glándula pineal humana (rojo) en el encéfalo. Fuente: Wikimedia

La relación entre la glándula pineal y un tercer ojo místico es antigua, e incluso el filósofo Descartes defendía que en ella residía el alma. Sin embargo, desde un punto de vista médico, no hay nada que nos haga pensar que esta glándula se extralimite en sus funciones reguladoras del sueño y nos proporcione ningún tipo de iluminación.

Hace muchos millones de años que nuestros pinealocitos (las células que producen la melatonina) no reciben luz alguna. Su similitud anatómica y fisiológica con las células fotorreceptoras de la retina simplemente evoca a los primeros vertebrados, en los que la incidencia de la luz en su ojo parietal sí que era necesaria para la regulación de los ciclos de sueño.

Queda por aclarar, quizá, cómo es posible que ciertos vertebrados, que por otra parte tienen un plan anatómico con unas características muy concretas, puedan producir esporádicamente ojos parietales.

Curiosamente, existe un gen maestro ancestral en muchos animales, conocido como Pax-6, que es el responsable de determinar la ubicación de los ojos. Algunos experimentos realizados en moscas del vinagre o peces cebra han demostrado que mutaciones que afecten a la expresión de este gen pueden desembocar en la producción de ojos ectópicos (fuera de lugar), por ejemplo, en las antenas o en la región pélvica. Estos ojos recuerdan a los ojos parietales porque no generan imágenes y por lo tanto no les sirven para ver. Por si esto fuese poco, también se ha demostrado que ciertas mutaciones inducidas en el gen Pax-6 de unos ratones desembocaron precisamente en la ausencia de glándula pineal.

En resumen: la glándula pineal y el ojo parietal (presente sólo en algunos animales) son temas muy interesantes que relacionan fisiología de sueño y evolución, pero de ninguna manera justifican nada que tenga que ver con iluminaciones místicas o estados activados de la conciencia, que quedan sólo en el campo de ciertas religiones o de las pseudociencias.

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