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IMAGINA UNA VELADA CON LOS MEJORES CEREBROS DE NUESTRA HISTORIA

La juerga de los sabios

Todas las anécdotas y diálogos de esta narración son hechos reales ocurridos en distintas épocas a sus respectivos protagonistas. El contexto es una fábula anacrónica que sirve como nexo de unión a este sorprendente anecdotario científico.

Foto de grupo de la Conferencia Solvay de 1911

Foto de grupo de la Conferencia Solvay de 1911 Wikipedia

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1959. Castillo de Neuschwanstein, estado federal de Baviera. Alemania. Se celebra el decimosegundo congreso Solvay del más importante círculo de francmasonería científica de la historia. Un club privado de grandes sabios disfrazado de conferencias con cuatro décadas de historia. Einstein, Bohr, Schrödinger, Linus Pauling... toman el relevo ese año de otros tantos cerebros privilegiados que han venido participando en las 11 ediciones anteriores.

Tras el obligado posado de grupo y después de devorar el corzo típico de la Selva Negra -bien regado con abundante caldo de Sajonia- llega el turno de la fiesta. Un apartado ocioso y privado que reúne en tertulia etílica hasta el alba a los socios de honor. Sólo científicos selectos y algún invitado especial, alcohol refinado y tabaco seco, sin periodistas, sin medios... Caviar fino del mejor anecdotario científico. Esta es la crónica de una fiesta inventada.

Sir Charles Spencer Chaplin es este año el maestro de ceremonias. En la puerta roblonada de la Sala de los Cantores del imperial castillo se inventa un besamanos para recibir a los invitados. Al entrar, Albert Einstein comenta:

- ¡¡Grande Charles!! Admiro eternamente su arte. Es algo tan universal. Todo el mundo lo comprende.

Charlot le respondió:

- Lo suyo es mucho más digno de elogio, señor Einstein. Todo el mundo le admira y prácticamente nadie le comprende.

En la fiesta privada la etiqueta está vetada. Todos los asistentes deben vestir su uniforme de trabajo. Hay pantalones de tergal bañados en polvo de tiza y de anchas perneras como los de Charlot. Batas de laboratorio y chaquetas de lana rasgada. Tres piezas en las damas y ningún complemento en los hombres, excepto el pañuelo de seda y el traje impoluto gris franela del matemático John von Neumann. Y es que Neumann era un personaje muy especial.

A los seis años ya hablaba latín y griego y era capaz de dividir mentalmente dos números de 80 cifras. A los 23 ya tenía el doctorado. Cuando instalaban los primeros ordenadores en Princeton -la universidad donde hizo carrera- se llamaba a Newmann para hacer la prueba de cálculo a ver si coincidían resultados. Nunca fallaba. En una ocasión, cuando instalaron uno capaz de hacer apenas 2.000 operaciones por segundo, Neumann terminó incluso antes que la dichosa máquina.

Lo del traje no era una excepción. Era un hombre dado al lujo y ostentación. Capaz de vestir de etiqueta hasta en una larga marcha en burro por el inhóspito paraje del Gran Cañón.

von Neumann (dcha. de traje impoluto) conversa con sus colegas Feynman y Ulam

Los grupos son orgánicos. Se ordenan por afinidades e inquietudes mientras la noche se va cerrando. No hay reglas, solo conversación. La mayoría se conocen, se respetan, se envidian o se odian. Es medianoche.

Todos los años, la juerga de Neuschwanstein comienza rindiendo pleitesía a un nuevo pseudocientífico que, por sus deméritos, ha contribuido recientemente a la vulgarización de la ciencia. Él, evidentemente, no lo sabe. Se cree uno más del elitista club. Esta vez el agraciado es el agrónomo Denisovich Lysenko por su polémica visión sobre la vernalización de los cultivos. Halagos y falsas reverencias se mezclan con los chascarrillos, efluvios del tabaco y los vapores del brandy. Él es el encargado de abrir el discurso de bienvenida:

- [...] las formas de vida no son inmutables, sino que han evolucionado desde otras formas de vida más simples. Hay una herencia de caracteres adquiridos. Si cortamos una oreja a una vaca, a su descendencia y así sucesivamente, tarde o temprano nacerán vacas desorejadas [...]

Una voz oculta y malintencionada interrumpe al ingeniero soviético:

- Entonces señor Lysenko, ¿cómo me explica que sigan naciendo vírgenes?

[Risas]

12.30 A.M. La noche se anima (y caldea). Einstein deja la copa y coge el violín. La música ha sido, desde siempre, su segunda pasión. Se atreve con los cuartetos de cuerda Opus 20, 'El sol' de Joseph Haydn mientras una pléyade de premios Nobel le rodean expectantes. Einstein falla hasta cuatro veces consecutivas la entrada del segundo movimiento hasta que uno de los matemáticos se decide cordialmente a interrumpirle:

- El problema contigo, Albert, es que simplemente no sabes contar...

Las risas nobles son interrumpidas por las de un cómico del servicio de animación que contemplaba la escena del desastroso recital. Einstein se revuelve y le contesta:

- Está muy mal eso de reirse del trabajo de otros... yo nunca me rio con su trabajo

01.00 A.M. En el rincón de matemáticos escasea ya el vino quemado. Charles Proteus Steinmetz y August Ferdinand Möbius discuten apasionadamente de la proyección laboral de sus colegas fuera de instituciones académicas. Charles le cuenta su experiencia a Möbius mientras este juega entre sus dedos con una cinta sin fin:

- El matemático es imprescindible en la revolución industrial. El mismísimo Henry Ford me llamó para resolver el problema de un generador en una de sus cadenas de montaje-, explica el profesor Steinmetz. -Veinte técnicos estaban desesperados por la pérdida de eficiencia de su motor. Pedí una tiza y una escalera y pasé un buen rato midiendo y calculando. Al rato hice una marca y recomendé eliminar 16 espiras de la bobina hasta una señal. El generador no volvió a fallar.

- ¿Y cobraste?

- Pasé una factura de 10.000$ y a los dos días H. Ford me solicitó el desglose detallado de la misma. Se la mandé. Fue este: hacer una marca con la tiza, 1,00$, saber dónde hacerla: 9.999$, total a pagar: 10.000$

- El anumerismo es una batalla perdida hace tiempo. Solo nos queda la parcela del humor-, respondió Möbius. -Recuerdo una anécdota de nuestro colega P.G. Lejeune-Dirichlet. No le gustaba escribir cartas. Vivía para y por sus números. Cuando tuvo su primer hijo no le quedó más remedio que comunicar a su suegro tan magno acontecimiento. Fue rotundo, explícito y tremendamente elocuente. Su telegrama fue: '2+1=3'

3.00 A.M. Al fondo, atrapando el calor de la chimenea, se dilata el acalorado e imprescindible debate metafísico sobre Dios y Religión. Werner Heisenberg y Paul Adrien Maurice Dirac se tiran flechas con la fuerza de una ballesta. La discusión acaba dominada por Paul Dirac tras una larga diatriba en la que postula unilateralmente a la religión como el verdadero opio de las masas. Al final de la velada alguien se vuelve hacia el brillante físico austríaco Wolfgang Pauli y le pregunta:

- Has estado muy silencioso esta tarde, Pauli. ¿Qué opinas de lo que Dirac nos está contando?"

Pauli respondió:

- Si entiendo correctamente a Dirac, lo que quiere decir es: no hay Dios, y Dirac es su Profeta.

5.00 A.M. Sólo rescoldos y cenizas. El alba se lleva a los sabios y deja a las bestias. Fin de fiesta

Fuentes:

Diez curiosas anécdotas de famosos matemáticos

John von Neumann

Foro 100cia: ciencia y tecnología

Curiosidades y anécdotas

Anécdotas y curiosidades de la Ciencia.

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