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UN MAPA DEL ESPACIO QUE NOS RODEA

Tu cerebro lleva un GPS incorporado

En las últimas décadas se ha detallado cómo funciona nuestro sistema de orientación. Y ojo: abusar de la tecnología hace que se nos atrofie y perdamos materia gris

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¿Cómo sabemos dónde estamos y, lo que es más importante aún, cómo logramos identificar el camino a seguir para llegar de un sitio a otro? Gracias a un sofisticado sistema de posicionamiento cerebral.

El primero en apuntar su existencia fue John O'Keefe, profesor en el Instituto de Neurociencia Cognitiva de la University College de Londres, que identificó un tipo de neuronas del hipocampo que siempre se activaba cuando una rata estaba en un lugar de una habitación.

Tres décadas después, la pareja de neurocientíficos formada por May-Britt y Edvard Moser descubrió una célula nerviosa, a la que llamaron célula 'grid' o rejilla, que genera un sistema de coordenadas y permite un posicionamiento preciso y la búsqueda de caminos. Dicho de otro modo, encontraron la célula que genera un mapa del espacio que nos rodea.

Y resulta que está situada en la corteza entorrinal, que también se ocupa de la memoria autobiográfica y de tareas visuales complejas como el reconocimiento de caras. Los tres investigadores fueron premiados en 2014 por el codescubrimiento del GPS interno del cerebro humano.

Y no son los únicos que se han afanado en entender y explicar cómo funciona el cerebro humano. Investigadores del Instituto Kavli de Neurociencia en EEUU han demostrado que el funcionamiento de nuestro cartógrafo interno es sorprendentemente similar al de Google Maps.

Los investigadores aseguran que cuando se archivan en el hipocampo, los planos con mayor resolución y nivel de detalle se colocan arriba, mientras los más grandes y 'toscos' se sitúan debajo. Y del mismo modo que cuando manejamos Google Maps, cada vez que cambiamos de perspectiva necesitamos 'cargar' un nuevo mapa en nuestra 'pantalla mental'.

Perder esta capacidad puede ser terrorífico. Y si no que se lo pregunten a la primera enferma conocida de Desorientación Topográfica Congénita (DTD, por sus siglas en inglés), una mujer de 43 años que se perdía incluso dentro de su propia casa. Desde la infancia, sus familiares la habían acompañado al colegio cada día, y a lo largo de toda su existencia nunca había logrado salir a la calle sola sin extraviarse.

La desorientación espacial también afecta a los enfermos de alzhéimer, en esencia por el progresivo deterioro de las neuronas de red del hipocampo, esa región del cerebro con forma de caballito de mar que funciona como sede central de la función de navegación y del aprendizaje

La rapidez del GPS interno no coincide en hombres y mujeres. El neurólogo Matthias Riepe, de la Universidad de Ulm en Alemania escaneó el cerebro de veinticuatro individuos, la mitad de ellos hombres y la otra mitad mujeres, mientras buscaban una ubicación en un espacio que no les era familiar. Mientras ellos tardaron por término medio 2 minutos y 22 segundos, a ellas les llevó 3 minutos y 16 segundos encontrar el camino.

Lo que parece evidente es que resulta bastante positivo confiar en nuestro GPS interno y no abusar en exceso de la tecnología, porque utilizar mapas digitales y sistemas GPS cada vez que nos desplazamos de un lugar a otro podría 'encoger' nuestro cerebro. Según un estudio canadiense de la Universidad McGill, al comparar la anatomía cerebral de sujetos habituados a usar los aparatos de navegación por satélite y de individuos que no lo usan, los científicos comprobaron que los primeros tenían menor volumen de materia gris en el hipocampo.

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