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EN LAS MOSCAS DE LA FRUTA

Las moscas también sienten placer al eyacular: el sexo no solo es cosa de humanos

"Empecé a notar cómo subía la excitación. Todo en mí se tensó. Y entonces llegó el ansiado momento. Sentí como mi semen salía disparado y una oleada de placer inundaba todas y cada una de mis neuronas". Puede parecer el relato de la primera experiencia sexual de Nacho Vidal, pero no. Así es como una mosca Drosophila macho -si pudiera hablar- contaría el goce que le produce una eyaculación.

Mosca de la fruta macho expuesta a luz roja para activar su eyaculación por optogenética

Mosca de la fruta macho expuesta a luz roja para activar su eyaculación por optogenéticaAvi Jacob, BIU Microscopy unit

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Por más que nos pirre considerarnos únicos, lo que los seres humanos experimentamos con el sexo no es ni mucho menos un privilegio reservado a nuestra especie. Incluso las ínfimas moscas de la fruta entran en éxtasis eyaculando, tal y como acaban de demostrar desde la Universidad Bar-Ilan de Israel.

No les ha hecho falta charlar con estos insectos para saberlo. Porque cuentan con la optogenética, una herramienta que les permite crear moscas de la fruta genéticamente modificadas de manera que se puedan activar ciertas neuronas encendiendo y apagan la luz. En este caso, los investigadores se centraron en unas neuronas del abdomen que expresan neuropeptido corazonina (CRZ), y que cuando se encienden resulta que activan la liberación de semen y líquido seminal.

Según cuenta en la revista Current Biology, las modificaron para que se pusieran en marcha cuando los insectos se exponían a luz de color rojo. Querían ver si eyacular les generaba placer inmediato, independientemente del cortejo, de las feromonas de las hembras y de todo lo que rodea apareamiento (porque sí, las moscas también juguetean antes de "ir al grano").

En el experimento colocaron a los insectos en una amplia pista y dejaron encendida una luz roja en un rincón. Cuando las moscas se acercaban a la luz, eyaculaban inmediatamente, sin necesidad de que hubiese hembras cerca. ¿Y qué sucedió? Que la preferencia de los insectos por la esquina con luz roja era más que evidente. Que volvían una y otra vez. Porque cada vez que se acercaban a la luz carmín, está claro, disfrutaban.

No quedó ahí la cosa. Lo más interesante fue descubrir que, tras varios días activando repetidamente las neuronas CRZ, la sesera de las moscas macho estaba inundada de neuropéptido F, el homólogo del neuropéptido Y humano, relacionado con el apetito, la conducta sexual, las adicciones y el dolor. Cuando en ese estado se les daba a elegir entre comida líquida y comida líquida aderezada con unas gotas de alcohol, preferían seguir sobrias. Sin embargo, las moscas que llevaban días sin eyacular se tiraban de cabeza a la comida con alcohol.

Hay una explicación. "Los principios por los que el cerebro procesa las recompensas están muy conservados en todo el reino animal, y relacionados con la supervivencia", aclara Galit Shohat-Ophir, coautor del estudio. El abuso de drogas artificiales como el alcohol actúa sobre los mismos sistemas de la sesera que procesan las recompensas naturales.

¿Significa eso que si disfrutas de una vida sexual satisfactoria corres menos riesgo de caer en adicciones dañinas que si te rechazan una y otra vez, incluso siendo mosca? Las primeras evidencias apuntan a que sí. "Imaginemos que las recompensas se amontonan en una especie de depósito (en forma de neuropétido F o Y): si acumulamos recompensas naturales, por ejemplo de origen sexual, el estanque se llena; y entonces somos menos vulnerables a las adicciones que con el depósito de recompensa vacío", concluye Shohat-Ophir.

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